lunes, julio 27

De mamases y papases

Si en la lotería de las mamases y los papases a uno le tocan los debidos, uno crece dando por hecho que siempre estarán por ahí, a la mano, para nosotros. En las buenas y en las malas. Uno se cree que son tan imbatibles e imperturbables como las mismísimas Rocallosas (o yo al menos eso creía). Pero de pronto, un día cualquiera, uno entiende que no, que las mamases y los papases no son esas rocas inamovibles que nos pensábamos. O, por lo menos, que han dejado de serlo. De la noche a la mañana, un detalle simple los delata: un caminar más lento, una pancita, canas al por mayor, achaquecitos vueltos rasgos... Un buen día, lo que nos queda de ingenuidad infantil se resquebraja para dejarnos ver, de frente, lo que siempre han sido: seres humanos, vulnerables como cualquiera. Un buen día, uno se ve afrontando la mortalidad de las mamases y los papases. Y, sólo entonces, aunque haga ya tiempo que uno está a la intemperie de la vida, se comprende mucha de su vastedad. Quizá el resto sólo se entienda cuando ellos se nos van.

viernes, julio 3

Chat de putichock*

Estaba yo ayer por la tarde ñoñeando (¡uy, qué raro!) muy campantemente en la oficina, cuando en mi ya solitario meebo se abrió una ventanita de chat cual Pepe Grillo (calificativo nunca mejor aplicado). Era J. Uno de esos amigos con quienes se sostiene una especie de charla mental eterna. En fin, a lo que iba. Me decía:

J: La que suscribe...
Yo: J!
J: Te cito. De 2003...

No acababa de entender bien a bien de qué iba la cosa, cuando apareció lo siguiente: 

J: [19:50] J:la que suscribe vende su auto says:
qué timming. estaba pensando en ud.
la que suscribe vende su auto says:
tenemos que hacer algo para que a los 30 tengamos una editorial, un estudio.. yo qué se... algo.
la que suscribe vende vende su auto says:
no puede ser que sigan siendo los demás quienes hacen las cosas. no sr.

[19:50] J: cuándo me invitas a comer

Ouch. Mi mente se paralizó y tuve que volver a leer el mensaje. Sólo entonces lo entendí. Por alguna razón que de momento desconozco, J. rebuscó en su memoria-chat y se encontró con una de nuestras tantas conversaciones de hace... seis años. ¡Casi siete!
Si sumamos que tenía la inconsciencia de que los chats son como las palabras que se lleva el viento (a menos que uno sea como J. y los guarde), se entenderá que fue como un balde de fría realidad. Porque, a pesar de que mis zapatos de Sra. Editora son lo que anhelaba desde que me inicié en los menesteres editoriales, no pasa un día sin que el corporativismo me compruebe que a) es despiadado y absurdo a babear b) se ha engullido cualquier viso de derecho laboral y c) sobrevivir a él es una batalla perdida. 
Hace siete años (pa redondear y sonar más dramática) no estaba tan enganchada al sistema (por así decirlo), aunque la idea de hágalo-usted-mismo-y-triunfará ya vivía en mí. Pero en siete años... bueno, no me he dedicado precisamente a perseguir ese modus vivendi. Eso sí, tampoco puede decirse que me haya estado rascando la panza. En cierto modo, la corriente apuntaba a otro lado y decidí remar con ella. 
Como el Nervocalm sólo es un invento de Quino, empecé a twittear y twittear para sacarme de la impresión, hasta que @ranadenisse me escribió: "Por eso Lenon decía que 'Life is what happens to you while you're busy making other plans'". Foc. Foc. Foc. Pues sí, qué razón tenía. 
Ya luego me desneuroticé un poco y pensé que no, que no todo está hundido. Siguiendo otro camino, llegué a uno de los puntos a los que quería llegar, mas no el único o el final. Comprendí (o eso me dije) que esto donde estoy es sólo un capítulo que lleva a otro capítulo de mi vida. Siempre y cuando no pare de escribirlos. Fuff, menos mal.

*Miles de grados por encima de un simple chock. Relataría la anécdota que dio origen a este término, pero por más que intento no lo recuerdo. Sólo estoy segura de que surgió en uno de esos momentos de simpleza entre la chuletita-girl y la que suscribe.

miércoles, julio 1

Días de 30 horas

O más... Y fines de semana de tres días. A lo mejor si así fuera la semana, a mí la vida me daría como para más, más, más. Porque así como nos tienen, voy al trabajo, regreso del trabajo y medio descanso del trabajo. Y otra vez. Sin cesar. O será que algo estoy haciendo mal que no me da tiempo suficiente de leer, de escribir, de ir al cine, de hacer ejercicio, de dormir, de ver tele, de colorear, de chacotear, de chelear, de pensar...? Uff, me hace falta tiempo para tanto. Supongo que por eso siempre ando a las prisas. O será que soy retehyper y por más horas que le agreguen al día simplemente nunca me daría suficiente tiempo de nada. A lo mejor. Como sea, es una lástima no ser de esas personas que con dormir tres-cuatro horitas se levantan cual lechugones romanos recién llegados al Superama. Bah. Me tenía que tocar el organismo tipo tamagochi.