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sábado, enero 1
Mi 2010, en sí
Mi plan era escribir este post antes de que terminara 2010, pero evidentemente no lo hice. Será que es uno de esos posts que escribí y reescribí en mi mente varias veces sin llegar a una versión que me hiciera decir: sí, por ahí va. Será que no me decidía entre hacer un recuento minucioso o limitarme a un par de palabras (entre ellas: gratitud). Al final he decidido más bien hablar de cómo me sentí ayer por la noche, con el año extinguiéndose. Porque eso aprendí a hacer en los 365 días que lo comprendieron. Porque contrasta completamente con mis sentimientos en la víspera del 2009, cuando nadaba en un profundo pozo de agotamiento, frustración y enojo. Mucho enojo. Pero anoche, envuelta en mi pijama, mi corazón vibraba de alegría y de gratitud por el simple hecho de estar aquí. Sonreí al recordar a cada una de las personas con las que compartí el año que recién se nos fue. Por haber comprendido que el gozo de transitar cada día no depende de cuánto se ajuste (o no) a nuestras expectativas y deseos, sino enteramente de aceptarlo como es, de abrirle los brazos y escuchar qué tiene que decirnos y darnos. Anoche lagrimeé de felicidad. Me sentí rebosante de amor. De oxígeno. Y todo, gracias a lo sucedido entre el 1 de enero y el 31 de diciembre de 2010. De ahí que hablar de lo bueno y lo malo perdiera sentido. Mi sentir la noche de anoche no habría sido posible sin el conjunto. Qué dicha saber eso. Qué paz.
jueves, diciembre 23
Mi 2010, en música
Si hiciera un conteo de los conciertos a los que no fui y no me habría molestado ir (como Andrés Calamaro, Stereo Total, Belle & Sebastian... ), la siguiente lista no estaría tan anoréxica como lo está (aunque en una de esas no hubo tantos conciertos como imagino al momento de escribir esto). Pero, independiente al factor cartera (que este año andaba pensando en otras cosas), tampoco puedo decir que soy verdadera entusiasta de ir a todos-todos los conciertos que dan las bandas que suelo escuchar de vez en vez. En este asunto soy más rigidita, digamos. Como que profeso amor concertil únicamente a unos pocos. En fin. Pláceme mucho que a dos de los tres a los que fui valen por no-sé-precisar-cuántos-otros. Por lo mucho que me emocioné en ellos. Especialmente el de Roger Waters, que se inscribió como uno de los mejores de mi vida. No exagero (aunque como ya dediqué un post previo a este hombre, la foto elegida para este es del otro concierto que robó mi corazón). Entonces, ¿a cuáles fui? Pues al Corona Festival: concretamente a ver a los Pixies y a Regina Spektor. A Arcade Fire. Y ya sabemos, a Roger Waters/The Wall. Y ya.
En cuanto a conteo de discos o canciones que marcaron este 2010 tiene que ver, rayo en el terreno de lo desastroso. Mi problema, ya se sabe, es que me gusta demasiado el silencio y cuando realmente una banda alcanza las fibras de mi coranzocito musical me obsesiono tanto que repito un disco o una canción suya (y no precisamente nuevos) a niveles obsesivos insanos. Lo que hace que mi banda sonora de cada año carezca de sustanciosa variedad. No les miento al decir que buena parte de los días y trayectos correspondientes a este se me fueron en compañía de los mismos discos que el año pasado y dos más:
Seventh Tree, de Goldfrapp ("Happiness" ha de haber sido una de las canciones que más, más, más repetí) y el soundtrack de Where the Wild Things Are, de Karen O and The Kids ("All is Love" ha de ser la segunda que más, más, más repetí). Sin contar los días en los que me acompañaron mis músicos de siempre-siempre. Qué le vamos a hacer, me gusta demasiado la familiaridad musical.
Mi 2010, en películas
Hacer este conteo me ha resultado muchito más complicado que el anterior. No colecciono los boletos de cine ni cumplí aquello de también llevar un registro en este rubro. Pero sí el abalanzarme con menos empacho a las salas de cine y al sillón de mi casa, al menos en comparación con el año pasado, que estuvo paupérrimo. Si a eso sumamos que increíblemente logré echarme la Muestra Internacional de Cine completa, diría que la lista está nutridita. Eso sí, incluidas aquí están únicamente las películas que vi por primera vez. ¿Orden? Ninguno. Están a la buena de como las fui recordando y compilando gracias a los tops del año de diferentes medios. Así que no dudo que haya omitido una que otra. En bold, las que más en éxtasis me dejaron al llegar a los créditos. Así sea porque no paré de reír al verlas.
Fantastic Mr. Fox
Iron Man 2
Alice in Wonderland
Prince of Persia
Sherlock Holmes
Date Night
The Hurt Locker
A Serious Man
Shutter Island
The Blind Side
Zombieland
The Ghost Writter
Where the Wild Things Are
Precious
The Road
Imaginarium of Dr. Parnassus
An Education
Julie & Julia
The Men Who Stare at Goats
My Neighbor Totoro
RockMarí (por razones con altos tintes de nepotismo. Reconozco que está pésimamente dirigida y... bueh).
Ponyo
Crepúsculo
Luna nueva
Eclipse
Frost/Nixon
Toy Story 3
Rosemary's Baby
Elegy
Away We Go
Moon
Despicable Me
Los hombres que no amaban a las mujeres
The Lovely Bones
Across the Universe
Mary & Max
How to Train Your Dragon
The Town
Up in the Air
Eat Pray Love
Thirst
Inception (no, no olvidé resaltarla. De veras que no me pareció tan maravillosa).
Kick-Ass
Scott Pilgrim vs. The World
Let the Right One In
El extraño caso de Angélica
Verano de Goliat
Ha ha ha
Un hombre que llora
Copia fiel
Anticristo
Somewhere
La leyenda del tío Boonmee
Submarino
La Pivellina
La mirada invisible
White Material
De Dioses y de hombres
The Kids Are All Right
Un filme socialista
You Will Meet a Tall Dark Stranger
Tetro
Tender Son
Bright Star
Y sí, me falta The Social Network. Pero con esa cerraré el año la próxima semana.
*Muchas de estas películas están comentadas en mi experimento de tragadera de entretenimiento hecho blog: dietadeocio.blogspot.com Por si gustan darse una vuelta.
24 historias entrañables para una década
Con la última hoja del calendario 2010 se irá también la primera década del siglo 21. Con ella, mi paso de los veintes a los treintas. Mi paso a la quesque adultez. Justamente hace diez años empecé a llevar registro puntual de lo que leía (algo de lo que ya les había hablado). Y a partir de él decidí hacer un recuento de las novelas consumidas en este periodo que más grabadas tengo en el corazón y en las tripas. Todas, historias que marcaron o coincidieron con momentos importantes en mi vida. No necesariamente se trata de las "mejores" obras de sus autores o de las primeras que leí de ellos sino, en muchos casos, las obras a partir de las cuales me conquistaron. Con las que me hablaron directamente al oído. Con las que me mostraron formas fascinantes de usar el lenguaje para contar historias, para dar recuento de sus ideas.
No soy de las lectoras que recuerdan santo y seña de los libros. Muchas veces, prácticamente la mayoría, olvido el nombre de los protagonistas, incluso el hilo detallado de sus historias, pero las emociones, el sentimiento que me dejaron a lo largo de sus páginas permanece indeleble. Como inscrito por un rayo. Con eso me bastó para confeccionar esta lista cuyo orden, como siempre, nada tiene que ver con estatus de preferencia, sino con mera cronología de lectura. Y a ustedes, ¿qué libros los definieron en esta década? ¿Qué libros reflejan lo que vivieron en estos diez años? Mejor aún, ¿qué libros o autores les abrieron la puerta a otros mundos?
El tambor de hojalata, de Günter Grass
Rasero, de Rafael Rebolledo
El evangelio según Jesucristo, de José Saramago
La montaña mágica, de Thomas Mann
Las olas, de Virginia Woolf
El libro del desasosiego, de Fernando Pessoa
Un cuarto propio, de Virginia Woolf
En nombre de la tierra, de Virgilio Ferreira
Disgrace, de J.M. Coetzee
Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño
2666, de Roberto Bolaño
Waiting for the Barbarians, de J.M. Coetzee
Ante el dolor de los demás, de Susan Sontag
Nunca me abandones, de Kazuo Ishiguro
La edad de hierro, de J.M. Coetzee
The Dying Animal, de Philip Roth
Extremely Loud and Incredibly Closer, de Jonathan Safran Foer
Mi vida, mi libertad, de Ayaan Hirsi Ali
Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, de Haruki Murakami
Todo cuanto amé, de Siri Hustvedt
Dance, Dance, Dance, de Haruki Murakami
La carretera, de Cormac McCarthy
Los hermanos Karamazov, de Fiodor Dostoievski
Una pantera en el sótano, de Amos Oz
No soy de las lectoras que recuerdan santo y seña de los libros. Muchas veces, prácticamente la mayoría, olvido el nombre de los protagonistas, incluso el hilo detallado de sus historias, pero las emociones, el sentimiento que me dejaron a lo largo de sus páginas permanece indeleble. Como inscrito por un rayo. Con eso me bastó para confeccionar esta lista cuyo orden, como siempre, nada tiene que ver con estatus de preferencia, sino con mera cronología de lectura. Y a ustedes, ¿qué libros los definieron en esta década? ¿Qué libros reflejan lo que vivieron en estos diez años? Mejor aún, ¿qué libros o autores les abrieron la puerta a otros mundos?
El tambor de hojalata, de Günter Grass
Rasero, de Rafael Rebolledo
El evangelio según Jesucristo, de José Saramago
La montaña mágica, de Thomas Mann
Las olas, de Virginia Woolf
El libro del desasosiego, de Fernando Pessoa
Un cuarto propio, de Virginia Woolf
En nombre de la tierra, de Virgilio Ferreira
Disgrace, de J.M. Coetzee
Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño
2666, de Roberto Bolaño
Waiting for the Barbarians, de J.M. Coetzee
Ante el dolor de los demás, de Susan Sontag
Nunca me abandones, de Kazuo Ishiguro
La edad de hierro, de J.M. Coetzee
The Dying Animal, de Philip Roth
Extremely Loud and Incredibly Closer, de Jonathan Safran Foer
Mi vida, mi libertad, de Ayaan Hirsi Ali
Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, de Haruki Murakami
Todo cuanto amé, de Siri Hustvedt
Dance, Dance, Dance, de Haruki Murakami
La carretera, de Cormac McCarthy
Los hermanos Karamazov, de Fiodor Dostoievski
Una pantera en el sótano, de Amos Oz
Mi 2010, en libros
Pues sí, de nuevo está a punto de escabullírsenos del costal otro año. Y antes de que lo haga por completo, es momento de hacer un recuento del entretenimiento atragantado a lo largo de sus días. Para empezar, de los autores y de los personajes que me acompañaron durante incontables horas, con el trasero echado en la cama o apoltronado en alguna silla, pero con la mente en cualquier que fuera su mundo. Helos aquí, enlistados en estricto orden de como fueron pasando por mis ojos. Marcados en bold aquellos que más disfruté, me impactaron, me estrujaron... Aunque la mención entrañable del año se la lleva Amos Oz, de cuyas letras me enamoré sin remedio.
Al pie de la escalera, de Lorrie Moore
Ordeno y mando, de Amèlie Nothomb
La carretera, de Cormac McCarthy
Alta fidelidad, de Nick Hornby
El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas, de Haruki Murakami
Push, de Sapphire
Los hermanos Karamazov, de Fiodor Dostoievski
Juliet, Naked, de Nick Hornby
El mejor humor inglés, compilación de varios autores británicos hecha por Anagrama
Un día antes de la felicidad, de Erri de Luca
El guardián entre el centeno, de D.J. Sallinger
Kitchen, de Banana Yoshimoto
La caza del carnero salvaje, de Haruki Murakami
American Psycho, de Bret Easton Ellis
Elegía para un americano, de Siri Hustvedt
Orlando, de Virginia Woolf
Intimidad, de Hanif Kureishi
Los vagabundos del Dharma, de Jack Kerouac
Comer Rezar Amar, de Elizabeth Gilbert
How to Lose Friends and Alienate People, de Toby Young
Amrita, de Banana Yoshimoto
A Heartbreaking Work of Staggering Genius, de Dave Eggers
Kakfa en la orilla, de Haruki Murakami
Una pantera en el sótano, de Amos Oz
Los imperfeccionistas, de Tom Rachman
Expiación, de Ian McEwan
Twelve, de Nick McDonell
No digas Noche, de Amos Oz
Un descanso verdadero, de Amos Oz
Orgullo y prejuicio, de Jane Austen
Orgullo y prejuicio y zombies, de Seth Grahame-Smith
*Lo que me hizo reflexionar y sentir prácticamente la mitad de los libros aquí enlistados está compilado a detalle por acá: dietadeocio.blogspot.com
miércoles, octubre 27
Un top-5 medio inútil
Si el mundo se dividiera en gente Beatle y gente Rolling Stone, yo tendría que entrar en la segunda categoría. Ya lo había dicho, creo. Pero fue hasta hace poco, cuando me di cuenta que prácticamente me rodea pura gente Beatle, que me puse a pensar en cinco canciones (de entre sus éxitos, para cerrar el universo de opciones) que activaran sobremanera el chip de la emoción en mí. Cinco canciones que por ningún motivo sacaría de mi iPod, ahora que estoy en plena limpieza musical. Por supuesto, me di cuenta de que el cinco es un número muy limitante, porque hay por lo menos otra docena que me hace brincar (Start Me Up, Love is Strong...). Pero bueno, contengo mis ansias expansionistas y antes de arrepentirme declado elegidas:
Don't Stop (los reto a bailarla de principio a fin sin sentir que el corazón se les sale)
Emotional Rescue
She's a Rainbow
Gimme Shelter
Wild Horses
Cada vez que los escucho pienso: se odiarán, serán unas divas rayando en la vejez, ya no saldrán de lo mismo, pero cómo rockean en vivo. Ese Mick Jagger no para de bailar ni un maldito segundo y Keith Richards no se queda atrás a la hora de lucirse. Qué pinche energía la suya, de veras. Aun después de todo lo que se han esnifado, o quizás justo por ello. Como sea, no me canso de bailotear cada que aparecen por mis bocinas. Posteado esto, voy por mi dosis del día. Regreso.
martes, diciembre 15
Mi 2009, en sí
A estas alturas del año, cuando sólo le faltan unos días para despelucarse del todo, lo facilito es decir que ha sido el mejor en la vida de uno, el más significativo. Como cuando un músico o un director de cine sale con que su más reciente proyecto es el que mejor refleja su esencia, el más sincero. Bah. ¡Pamplinas! No hay betún más romántico que el de echar un vistazo al pasado. Claro, pasado el trago, ya nada sabe tan feo.
Lo cierto es que, al menos a mí, este 2009 me pegó duro. Y no precisamente (y nada más) en el bolsillo. El Sr. llegó decidido a confrontarme de frente, y no cejó ningún día en su labor. Se va invicto. Hubo muchas noches en las que lloré de desesperación, de hartazgo, de angustia. Mañanas en las que quise renunciar a todo y salir corriendo sin siquiera mirar atrás. Hubo un día en particular que realmente tuve el impulso de hacerlo, pero los ceros de mis deudas lograron contenerme ("Everyone has a mortgage", como bien dice el protagonista de Thank You for Smoking). Días desganados. Días absurdos. Una madrugada en la que pensé que me había llegado el turno de unirme al club de la orfandad (ese del que habla Cristina Yang). Días enfangada en mala leche, metidas de pata (mías y a mí) y obstáculos. A nivel personal y laboral. Meses en los que sentí que mis esfuerzos eran completamente vanos. Semanas en las que vi mis expectativas pisoteadas. Mi esmerado control hecho caos. Cuanto más resistencia ponía en ello, cuanto más violentamente... Pues sí, uno aprende las grandes verdades molido a golpes.
Sí, sí. El Sr. 2009 también me regaló grandes momentos. Pausas cortas y no tan cortas con todo el tino universal para dejarme tomar un respirito y seguir nadando a contracorriente. Como nadamos los que somos necios hasta la médula. Y, claro, de ahí que esté tan agotada como lo estoy. Mi visión del mundo tuvo que ser derrotada por las circunstancias para observarme a mí misma. Para apenas alcanzar a vislumbrar que la vida es un todo que eternamente se cae a pedazos, y al que nada hay que tratar de enmendarle. Ja. Y yo con una mente tan necesitada de certidumbre, de seguridad.
Así que no, no puedo decir que 2009 fuera mi mejor año, como pude haberlo dicho hace dos. Pero tampoco que fue el peor. Creo que lo justo es decir que fue un año trascendente. Punto. Y que aquí sigo, en la maratón. Haciéndome a la idea de que la meta no es llegar a la meta, sino sólo correr, paso a paso. Pie izquierdo, pie derecho. Inhalo, exhalo. Nada más allá. Nada más atrás.
Una cuestión tan simple, pero tan endiabladamente complicada de entender para una mentecilla obtusa como la mía. Lo que sí tengo claro es que ahora no necesito estar encima de un avión (como solía sucederme; producto de la altura, supongo) para responderme que sí, que podría morir en paz conmigo misma si cayera en picada en cuestión de segundos. Aunque, siendo realistas, si en este preciso momento Mr. Universo decidiera adelantar el fin del mundo al apretar el botón rojo... Nada. No nos daría tiempo de cuestionarnos ni pizca. Carpe diem, pues.
Lo cierto es que, al menos a mí, este 2009 me pegó duro. Y no precisamente (y nada más) en el bolsillo. El Sr. llegó decidido a confrontarme de frente, y no cejó ningún día en su labor. Se va invicto. Hubo muchas noches en las que lloré de desesperación, de hartazgo, de angustia. Mañanas en las que quise renunciar a todo y salir corriendo sin siquiera mirar atrás. Hubo un día en particular que realmente tuve el impulso de hacerlo, pero los ceros de mis deudas lograron contenerme ("Everyone has a mortgage", como bien dice el protagonista de Thank You for Smoking). Días desganados. Días absurdos. Una madrugada en la que pensé que me había llegado el turno de unirme al club de la orfandad (ese del que habla Cristina Yang). Días enfangada en mala leche, metidas de pata (mías y a mí) y obstáculos. A nivel personal y laboral. Meses en los que sentí que mis esfuerzos eran completamente vanos. Semanas en las que vi mis expectativas pisoteadas. Mi esmerado control hecho caos. Cuanto más resistencia ponía en ello, cuanto más violentamente... Pues sí, uno aprende las grandes verdades molido a golpes.
Sí, sí. El Sr. 2009 también me regaló grandes momentos. Pausas cortas y no tan cortas con todo el tino universal para dejarme tomar un respirito y seguir nadando a contracorriente. Como nadamos los que somos necios hasta la médula. Y, claro, de ahí que esté tan agotada como lo estoy. Mi visión del mundo tuvo que ser derrotada por las circunstancias para observarme a mí misma. Para apenas alcanzar a vislumbrar que la vida es un todo que eternamente se cae a pedazos, y al que nada hay que tratar de enmendarle. Ja. Y yo con una mente tan necesitada de certidumbre, de seguridad.
Así que no, no puedo decir que 2009 fuera mi mejor año, como pude haberlo dicho hace dos. Pero tampoco que fue el peor. Creo que lo justo es decir que fue un año trascendente. Punto. Y que aquí sigo, en la maratón. Haciéndome a la idea de que la meta no es llegar a la meta, sino sólo correr, paso a paso. Pie izquierdo, pie derecho. Inhalo, exhalo. Nada más allá. Nada más atrás.
Una cuestión tan simple, pero tan endiabladamente complicada de entender para una mentecilla obtusa como la mía. Lo que sí tengo claro es que ahora no necesito estar encima de un avión (como solía sucederme; producto de la altura, supongo) para responderme que sí, que podría morir en paz conmigo misma si cayera en picada en cuestión de segundos. Aunque, siendo realistas, si en este preciso momento Mr. Universo decidiera adelantar el fin del mundo al apretar el botón rojo... Nada. No nos daría tiempo de cuestionarnos ni pizca. Carpe diem, pues.
viernes, diciembre 11
Mi 2009, en expos




Mis exposiciones favoritas son las de fotografía. Buenas, mejores, no tan buenas... No importa. Si hay fotos colgadas en la sala de un museo o galería, suelo ir a echarles un vistazo. Será que me atrae ver lo que la gente ve desde su cabeza. Este año, por primera vez desde que la traen a México, me perdí World Press Photo en el Museo Franz Mayer. Por culpa de fines de semana complicados y porque tengo la sensación de que duró muy poco abierta. Aunque no estoy segura de haberme perdido de mucho: total, el ser humano (y, por ende, los periodistas) siempre andamos en lo mismo.
Como sea, este 2009 no pequé de coolturalosa, pero hay cuatro muestras que me dejaron buen sabor de boca:
Richard Avedon: Photographs 1946-2004.
Sin dudarlo, la mejor. Estaba en San Francisco cuando por casualidad vi una pancarta del SFMOMA anunciándola. A primera hora del día siguiente estaba en el museo. No exagero: admirar las imágenes creadas por este tipo en gran formato es toda una experiencia (valió los 20 dólares que pagué de entrada).
El detalle, la composición, la complejidad de su simpleza... Tomas que pertenecen a editoriales de moda o retratos de famosos, no hay diferencia. Todas son hermosas. Pero, en particular, me atrapó la última sala de la muestra, dedicada a su proyecto In the American West*, que capturó entre 1979 y 1984 (el libro es una joyita). Expuestos había sólo una decena de retratos (en total fotografió a 752 personas). Absolutamente poderosos. Lo suficiente como para transmitirte que las personas en tamaño de piso a techo eran reales. Casi como si estuvieran ahí, observando cómo las observabas.
Me cautivó aún más que fueran retratos de gente anónima. No por lo exótico de la America profunda, que le llaman, sino porque creo que alguien célebre siempre despide un halo que difumina (poco o mucho) el verdadero valor artístico de su retrato, lo firme quien lo firme. Pero cuando se trata de fotografiar a una persona común y corriente, no hay medias tintas. O logras capturar su esencia o no. Y vaya si Avedon era un retratista genial. Más imágenes de la serie, aquí.
Y luego están:
La retrospectiva de Tamara de Lempika, en el Museo de Bellas Artes.
Citadinos, de Spencer Tunick, en el Centro Cultural Tlatelolco (la vi de rebote, pero me sorprendió descubrir unos retratos individuales mucho más interesantes que los colectivos. Imágenes inspiradas en una selección de obras de grandes pintores mexicanos, realizadas en locaciones mexicanas).
Memorial del 68 (con fotos de Joseph Koudelka incluidas), en el Centro Cultural Tlatelolco.
*Las fotos las tomé de www.richardavedon.com
jueves, diciembre 10
Mi 2009, en música

No soy de las que trabaja enchufada a un playlist. Tampoco de las que presta mucha atención a lo que suena en la radio durante el tráfico. Si pongo determinada música en el auto, no tardo ni media canción en olvidarme de que está sonando. Nunca recuerdo quién canta tal o cual canción. Ni los títulos de las canciones de los músicos que me gustan. Vamos, que soy una persona poquísimamente musical. Aunque eso no significa que mis días estén del todo desprovistos de soundtrack.
Lo que sí tengo es una propensión a escuchar a un puñado de músicos una y otra y otra y otra vez durante cierto periodo. Hasta la saciedad y hasta el siguiente ciclo. Porque yo soy de las que se hace de unos cuantos favoritos y luego los deja descansar, sólo para volverlos a retomar después... En fin.
Haciendo un esfuerzo memorial realmente grande, aquí la lista de música a la que le di play sin freno alguno en 2009:
Regina Spektor (Begin to Hope y Far)
The Gossip (Music for Men, en particular)
Kings of Leon (Because of the Times y Only by the Night)
Soundtrack de (500) Days of Summer
Stereo Total (varios)
Jenny Lewis (Rabbit Fur Coat)
Arctic Monkeys (Humbug)
Last Shadow Puppets
The Sounds (Living in America y Crossing the Rubicon)
Y luego está la parte de los conciertos. Hubo muchos, pero yo sólo fui a tres: Radiohead, Peter Gabriel y Kings of Leon. De ellos, el primero fue, sin duda, el mejor. Pero no diré que ha sido el mejor de mi vida porque sería exagerar. Para mí, estuvo bien y ya (aunque, ¡línchenme!, aluciné a Kraftwerk), porque no soy fan-from-hell. Así la música.
miércoles, diciembre 9
Mi 2009, en películas

Con el cine no llevo el mismo registro detallado que con los libros, aunque estoy pensando que debería. Pero sé que es uno de los años que menos he ido al cine, que menos películas he rentado y comprado. Después de escarbar profundamente en mi memoria, acá las películas que, en las salas o en el sillón de mi casa, me aturdieron las tripitas. No son todas las que vi, pero sí las que recuerdo y me gustaría sumar a mi devededoteca.
Synecdoche, New York
The Savages
Nick & Nora's Endless Playlist
The Wrestler
Inglorious Basterds
(500) Days of Summer
District 9
Las flores del cerezo
Doris & Bernard
Acá, las que también vi pero no me impactaron como se suponía:
Gran Torino
The Reader
The Curious Case of Benjamin Button
Milk
Y la que me falta, pero estoy segura de que será un highlight: Fantastic Mr. Fox.
*Sí, claro, en bold están las más memorables.
lunes, diciembre 7
Mi 2009, en libros
Paper.jpg)
Un día, de la nada, decidí llevar un registro de los libros leídos a lo largo de cada año. Más como una forma de presionarme para leer más que como un registro histórico. Como para no llegar a cada diciembre con el propósito frustrado de haber leído más que el año anterior. Nueve años después, esas tarjetitas bibliográficas que he ido llenado religiosamente se han convertido en una especie de hoja de ruta. Un derrotero de mis ánimos, mis dramas, mis obsesiones...
Y creo si de algo dan cuenta los títulos con los que he acompañado el ciclo de 365 días que está por cerrarse es de que 2009 ha estado impregnado de un gran ímpetu por tomarme la vida (una pizquita) menos en serio de lo que acostumbro. Aquí, mi año en libros (en bold, los que más disfruté):
En el dique seco, de Augusten Burroughs
Girls of Rihad, de Rajaa Alsanea
Delicioso suicidio en grupo, de Arto Paasilinna
La noche del oráculo, de Paul Auster
The Enchantment of Lily Dahl, de Siri Husvedt
Ni de Eva ni de Adán, de Amélie Nothomb
El mundo, de Juan José Millás
13.99 euros, de Fréderic Beigbeder
Todo por una chica, de Nick Hornby
Un grito de amor desde el centro del mundo, de Kyoichi Katayama
Dance, Dance, Dance, de Haruki Murakami
Manual de caza y pesca para chicas, de Melissa Bank
Sabotaje amoroso, de Amélie Nothomb
Harry Potter 1-7, de J.K. Rowling
El curioso incidente del perro a medianoche, de Mark Haddon
Millenium 1, 2 y 3 (Los hombres que no amaban a las mujeres, La chica que soñaba con un cerillo y un galón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire), de Stieg Larsson
How to Be Good, de Nick Hornby
Amsterdam, de Ian McEwan
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