
El otro día alguien me recordó la existencia de
Bolek y Lolek, esa caricatura polaca que pasaban en el
antiguo canal 11 (no el de Sariñana, pues). No recuerdo que los siguiera con la precisión milimétrica con la que prendía la tele para ver
Supervacaciones. Pero supongo que de pronto algo en mi mente recordaba que había oootra barra de caricaturas y programas y le cambiaba al canal.
Recuerdo que los capítulos de
Bolek y Lolek se me iban en un santiamén. Y cómo no, si ahora descubro que no dura más de 10 minutos cada uno (hay como unos 30 disponibles en youtube). Con razón pasaban dos seguidos.
Me fascinaba que no hablaran. Que sólo rieran, lloraran o gritaran. Y ya. Será que yo a esa edad hablaba lo estrictamente necesario para comunicarme con el mundo. O que siempre he sido torpísima para seguir el hilo de conversaciones o monólogos que suceden en la tele o la radio. Me gustaba también la musiquita que acompañaba sus aventuras. Más que las (casi) omnipresentes sonrisas del par de hermanos (una dinámica para mí tan desconocida), me contagiaba una alegría tremebunda. Además, siempre se las ingeniaban para meterse en problemas resimples y luego se las arreglaban para salir de ellos. Casi siempre sin la aparición de adultos, que eran algo así como entes-de uso-adorno.
Ah, y también me gustaba su perrito, Reksio. Que ahora encantada veo que es una especie de versión animada del mío. En honor a aquellas sesiones de caricaturas, les dejo dos capitulillos. Dénle justo
acá o
aquí