Como mucha gente, tengo el poco original gusto por acumular libros y películas. No importa que no pueda leerlos y verlas al ritmo que me gustaría. Pero otra afición mía menos... formal, por así decirlo, es la de ir apilando libretas y cuadernos, de preferencia de hojas blancas (en la foto, una de las integrantes más recientes del club). Sus tapas pueden ser de colores lisos o estampados. En tela, en piel, en papel o hasta en plástico. Las tengo ahí, formaditas en el clóset, esperando su turno para algún día ser llenadas a mano, con notas inconexas o historias de un solo aliento. Porque, sí, soy de esas que tienen la romántica idea de que no es lo mismo teclear en la computadora que escribir a mano y con pluma fuente.
Lo que no sé de dónde me viene es aquello de acumular botellas de cristal, verdes principalmente. Transparentes cuando la forma me seduce. Asumo que me pareció buena idea un día cualquiera, luego de acabar con una botella de tinto y concluir que, aun sin contenido, algo atractivo irradiaban. Y ahí voy, sume y sume botellas en la sala de mi casa.
Y ustedes, ¿qué acumulan?
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