viernes, abril 2

Monstruos emocionales





Si Where the Wild Things Are es o no una buena película, no me importa. A mí me dejó asombrada cuánta monstruosa sabiduría puede caber en una fábula infantil, y punto. Y es que, como Max y Carol, supongo que algún momento todos hemos querido refugiarnos en un lugar donde sólo pasen las cosas que queremos que pasen. Donde seamos felices todo el tiempo. Donde no haya pleitos, gritos ni regaños. Donde no existan el enojo, lo desconocido, el miedo y la tristeza. Como Max, envestido en su inseparable disfraz, todos hemos fantaseado (y quizás hasta jugado) con ser un rey cuya palabra y voluntad sean la ley, cuyas órdenes e ideas (por más obtusas) sean cumplidas sin muchos cuestionamientos que digamos. Aunque luego nos enfurruñemos porque el juego no sale exactamente según lo imaginado.
Con ese puñado de fabulosos monstruos yendo y viniendo en la pantalla, dotados cada uno de un complejo manojo de emociones, no me quedó más que llorar. Y mientras ellos gritaban desaforadamente a la orilla de un risco, yo lo hice (para mis adentros) en la sala del cine, por todo eso que uno almacena a veces. A través de ese montón de lanudos mocosos recordé que de niña yo también fantaseaba (aunque a pregunta directa de mi terapeuta un día dijera que no. Ajá.), y lo celebré. Reconocí a la niña enojada que también fui (y a la persona, ya de paso), porque como a Max (y supongo que cualquier niño), siempre hay algo que nos parece reprochable en la conducta de nuestros padres (o de la vida).
Y lo mejor: salí de la sala emocionada ante la idea de que encontrarnos cara a cara con los monstruos que son nuestras emociones es la única forma de comprenderlas y convivir un poco más en paz con ellas. A algunas podremos abrazarlas. Otras nos seguirán cayendo mal y mantendremos la distancia. Escucharemos a alguna que hayamos ignorado... No importa cuán grandes y peludas y feroces puedan ser, la cuestión es que terminaremos por aceptarlas, para luego despedirnos de ellas amistosamente.
Agradézcole, pues, a Spike Jonze y a Maurice Sendak por su hacer(me, nos) ver algo así con tanta ternura y belleza.

Pd. También amé el soundtrack. Karen O y the Kids cantando "All is Love" alegran mi corazoncito.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Anda, anda, escupe...