miércoles, octubre 27

Un top-5 medio inútil


Si el mundo se dividiera en gente Beatle y gente Rolling Stone, yo tendría que entrar en la segunda categoría. Ya lo había dicho, creo. Pero fue hasta hace poco, cuando me di cuenta que prácticamente me rodea pura gente Beatle, que me puse a pensar en cinco canciones (de entre sus éxitos, para cerrar el universo de opciones) que activaran sobremanera el chip de la emoción en mí. Cinco canciones que por ningún motivo sacaría de mi iPod, ahora que estoy en plena limpieza musical. Por supuesto, me di cuenta de que el cinco es un número muy limitante, porque hay por lo menos otra docena que me hace brincar (Start Me Up, Love is Strong...). Pero bueno, contengo mis ansias expansionistas y antes de arrepentirme declado elegidas:

Don't Stop (los reto a bailarla de principio a fin sin sentir que el corazón se les sale)
Emotional Rescue
She's a Rainbow
Gimme Shelter
Wild Horses


Cada vez que los escucho pienso: se odiarán, serán unas divas rayando en la vejez, ya no saldrán de lo mismo, pero cómo rockean en vivo. Ese Mick Jagger no para de bailar ni un maldito segundo y Keith Richards no se queda atrás a la hora de lucirse. Qué pinche energía la suya, de veras. Aun después de todo lo que se han esnifado, o quizás justo por ello. Como sea, no me canso de bailotear cada que aparecen por mis bocinas. Posteado esto, voy por mi dosis del día. Regreso.

martes, octubre 26

Siempre pasan cosas

Llevo varios días pensando en la facilidad e incluso el desprecio con los que solemos decir que no pasa nada en nuestras vidas cuando, en el sentido más estricto, siempre están sucediendo cosas. No sólo a nosotros, también frente a nosotros, a nuestro alrededor. Que no pase lo que queremos, como lo queremos, en el momento que queremos... es otro asunto. Pero si uno pone atención, en vez de andar divague y divague, puede notarse que el día entero está compuesto de pequeños y grandes sucesos, uno detrás de otro, incesantes. Cambios en el paisaje, en el entorno. Personas con las que nos encontramos, casual o deliberadamente. Noticias de las que nos enteramos. Accidentes caseros u oficinísticos que nos desesperan o nos hacen reír (según el humor del que andemos). Sensaciones. Emociones. Acciones. Reacciones (propias y extrañas). Gente que viene y va. Hechos inesperados. Descubrimientos. El mundo sucede a tiempo completo, con nosotros ahí incluidos. Y eso es mucho más que suficiente para embriagarse un día sí y otro también, independientemente de nuestras expectativas ante un domingo, un lunes o cualquier otro día de la semana. Ningún día es igual, aunque echemos mano de sólo siete nombres para llevar un control de su transcurrir. Digo yo.

miércoles, octubre 20

Caminatas memorables



Cuando me los dejaron encargados, a mí me dijeron que había que pasearlos más allá de la esquina al menos una vez. Cosa que yo tomé muy en serio. De modo que este par de peludos no puede quejarse de que durante su inquilinato en mi casa su necesidad de salir a la calle ha sido relegada a segundo término. Pero más que hacerlo por obligación, confieso que las largas caminatas que hemos dado han sido un absoluto disfrute, no sólo porque los veo sonrientes (sí, creo firmemente que los perros también sonríen) hasta las orejas, con el vientecillo dándoles de frente. También porque me gusta sentir mis piernas y pies trabajando, ir viendo las casas, los edificios, los árboles, las plantas, los autos, la gente, otros perros... Sentir que el mundo camina, pues. Será por eso que realmente no me importa recorrer un montón de cuadras para llegar al parque más cercano y luego regresar. A la vuelta, sentir que piernas y pies te punzan es una delicia extraña. Un recordatorio muy simple de la maravilla que es el cuerpo. De lo bien que le cae al ánimo no pensar en ninguna otra cosa que lo que está pasando en tus narices.

lunes, octubre 18

¡Yeah!

Hay una escena en In Her Shoes en la que Rose (Toni Collete), la abogada que se obliga a tomar una pausa en su vida laboral, sube corriendo unas escaleras, completamente liberada, acompañada por todos los perros que ahora pasea durante sus mañanas. Más o menos así me sentí esta mañana, paseando con el par de perros que tengo de momento como inquilinos. No subimos ningunas escaleras, pero sí atravesamos corriendo un prado que parecía estar ahí sólo para nosotros. Juro que no sólo yo iba gozando el momento. Tan pronto paré, pensé: aquello de la vida está en otra parte me resulta ya una reverenda tontería. La vida está aquí, ahora. Dentro de uno mismo. Incesante. La cuestión es si uno quiere o no admitirlo.


La magia de un concierto

Durante equis minutos, lo único que importa es aquellos que están sobre el escenario y los acordes que emanan de sus respectivos trastes musicales. Miles de manos, pies y bocas se sintonizan. Se aplaude, se corea, se grita, se brinca, se brinda... La piel se eriza una y otra vez, y uno sonríe, sonríe de veras. Con cada partícula. Todo lo que no sea ese momento, simplemente no existe. Es un auténtico aquí y ahora de éxtasis. Después, quedan los recuerdos; más o menos difusos. Pero siempre, la sensación de haber sido parte de un gran, gran acto de magia pura. Memorable. Esta vez, a cargo de Arcade Fire.

Les dejo la belleza que es "Wake Up", con la cual cerraron y terminaron de robarse mi corazón. :'D

jueves, octubre 7

Esas cosas llamadas musicales


Llevo años peleada con los musicales (o a lo mejor debería escribir llevaba). Desde mi tiernita infancia. Culpen a Fantasía (se me revuelve la tripa de pensar en Mickey Mouse en el risco y los hipopótamos en tutú), a The Sound of Music (y en technicolor: ¡puaj!) y a la obra Cats. Y ya. Con eso tuvo mi mente (desde entonces) rígida para encontrar inconcebible la naturalidad con la que una persona o un animal empezaba hablar cantando y a bailar de la nada en plena trama. Y que luego todos siguieran una coreografía que de tan radiante parece imposible. No, no, no. Me entró la idea de que era como recibir pequeñas descargas eléctricas mezcladas con miel caliente a no sé cuántas revoluciones por segundo.
En su momento hice un pacto conmigo misma para ver Dancer in the Dark. Aunque en ello mucho tuvo que ver la compañía de esa ida al cine (hagan de cuenta que aquí escuchan un gran suspiro romántico) y que ese condenado Lars Von Trier suele hacer de mis tripitas lo que quiere. No pude hacerme la-que-no-me-gustó, aunque me dije que era porque todo 'estaba en su imaginación' (ahora veo que era un argumento muy conveniente nomás) y no lo conté a favor del género. Listo: he ahí toda mi experiencia con los musicales. He ahí la fuente de mi gran prejuicio hacia ellos.
Pero ahí estaba yo anoche, con ganas de ver algo japi-chaini y me animé a ver Across the Universe (después de tres intentos fallidos). Olviden la historia. Se trataba de una prueba máxima de resistencia no sólo porque es un musical, sino porque encima es con canciones de los Beatles (y ya se sabe que yo soy más bien gente Rolling Stone). Melchocha pura, pues. Confieso que padecí ansiedad durante el primer tercio de la película. La escena en el boliche casi logra que le cambie de canal, pero luego me apacigüé y poco a poco dejé de cuestionar si tenía lógica alguna empezar a cantar en medio de una discusión y terminé por disfrutarla. Sí, sí, como lo leen. No me levanté a cantar y a brincar encima de la cama, pero para cuando llega la escena de la azotea (o sea, el final) ya sentía calorcito en mi corazón. Y hoy amanecí todavía con todos cantando y bailando dentro de mi cabeza (sospecho que ahí estarán un rato más). Lo que me hizo darme cuenta de que si hay canciones que le inyectan a uno energía espontánea y lo llevan a agotarse en una pista de baile, frente al espejo por la mañana, en un concierto o a ir con más ánimo por la calle, ¿por qué no habrían de hacerlo por un montón de personajes a lo largo de una historia? Que yo tenga dos pies izquierdos y cante que ni para la regadera... pues, sí, es otra historia.
Sepan que con esto no estoy diciendo que me voy a entregar sin misericordia a Glee. Tampoco que correré a comprar unos boletos en Broadway, pero creo que sí puedo decir que mi prejuicio contra los musicales se ha resquebrajado y sufriré menos la próxima vez que se me atraviese uno. Ahora, si (me) hicieran uno con canciones de los Rolling Stones, lo apreciaría bastante.

miércoles, octubre 6

Golosinas francesas




Justo cuando Oriente ya no se sale de mi cabeza, doy con estas exquisitas ilustraciones que pertenecen al francés Quentin Greban. Un descubrimiento que hay que achacarle (y por supuesto, agradecerle) a la dueña de este blog de por acá, experta cazadora de semejante tipo de golosinas. Yo traviesamente nomás le tomo una que otra del jarro.

Tormentas de arena personales

 He aquí un pasaje de Kakfa en la orilla, de Haruki Murakami, que me gustó:

–Sometimes fate is like a small sandstorm that keeps changing directions. You change direction but the sandstorm chases you. You turn again, but the storm adjusts. Over and over you play this out, like some ominous dance with death just before dawn. Why? Because this storm isn't something that blew in from far away, something that has nothing to do with you. This storm is you. Something inside of you. So all you can do is give in to it, step right inside the storm, closing your eyes and plugging up your ears so the sand doesn't get in, and walk through it, step by step. There's no sun, no moon, no direction, no sense of time. Just fine white sand swirling up into de sky line pulverized bones. That's the kind of sandstorm you need to imagine.




viernes, octubre 1

¿Será?

"Todo lo bueno que hay en el mundo procede de neuróticos. Disfrutamos de mil manjares intelectuales, pero no tenemos ni idea del precio que han pagado sus creadores, en noches de insomnio, lágrimas, risa espasmódica, erupciones, asma, epilepsia y el miedo a la muerte, que es peor que todo lo demás". Eso escribió alguna vez el señor Proust.