Fuera de la 'cercanía' que yo me prodigaba (ja, qué grande es la mente), como pasar frente a su salón o verlo fugazmente a los ojos por merísima casualidad, E. y J. no tenían la más mínima relación conmigo. Y eso que uno de ellos iba en mi salón. Pero mi inmensa tetez tenía por deporte apañárselas para verlos-admirarlos hasta el cansancio sin que se dieran cuenta (o eso creo).
Más allá de dármelas de protagonista de una chick-flick a su lado, lo que irremediablemente me embobaba era sentir su estilo de vida, su mundo: eran guapos, populares, divertidos, tenían dinero, flotaban en vez de caminar dificultosamente... como yo.
En mis futureos, ese estilo de vida se prolongaba hasta edades que por entonces yo aún no concebía con claridad. Los imaginaba viajando por el mundo, manejando fabulosos autos, trabajando en grandes oficinas, ocupando importantes puestos, bien vestidos, organizando reuniones y parrilladas en domingo con los amigos de siempre... Algo que, según mi actual megachismoseo facebookero, es —edulcolorante menos, edulcolorante más— lo que ha sido de sus vidas. Eso, y procrear hijitos (dicho en el tono más Susanita imaginable).
Vistos a través de facebook, E. y J. me siguen pareciendo tan lejanos e inalcanzables como en los días de mi Jefferson Hills 90210. La diferencia es que ya no los admiro o envidio, ni me dan ganas de pertenecer a su mundo. Claro, mi remanencia adolescente fantasea con que ahora son ellos quienes me admiran y envidian. Que entre sí cotillean sobre lo deseable que se tornó mi estilo de vida y la interesantísima persona en la que me convertí. Ja,ja,ja.
Pero eso... eso no pasará. Lo sé. Simplemente porque siempre hemos pertenecido a tribus completamente distintas. Las adecuadas para cada quien. Me tomó algunos años descubrirlo, pero eso ha hecho posible (y Mark Zuckerberg, claro. ¡Gracias!) que hoy, como antaño, verlos volviera a ser un deporte, aunque sea foto a foto. Sólo que, en vez de quemarme el alma, me hace sonreír. Porque yo estoy aquí, y ellos allá: donde siempre hemos debido estar. (Aunque eso no quita que detestara ser una looser en la prepa. ¡Maldita sea mi competitividad!).
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