sábado, agosto 22

Yo #noquierotrabajar

De niña, como muchos otros pequeñuelos incautos de clase media, aprendí que trabajando (que no transando) se llega a Roma. Quizá por ello me di a la tarea de arrancar mi periplo laboral a los 16. "Cuanto antes empiece, mejor", me dije. No me llevó mucho tiempo entender que trabajar no es la actividad más placentera del mundo, por más-más que te guste el área. Por eso pagan, me dirá alguien. Pues sí.
No creo que nuestros padres gozaran al ir a trabajar todos los días. No. Nomás que era la fórmula probada para sacarnos adelante, y punto. Pero ésa es una convicción que yo no comparto, y creo que muchos de mis congéneres tampoco. Todos estamos de acuerdo en que quisiéramos consumirnos la vida leyendo, viendo películas, series, jugando videojuegos, andando en bicicleta, en patines... Disfrutándola. Porque, para nosotros, el trabajo no dignifica; el trabajo explota, consume. ¿Y a cambio de qué? De nada cierto.
Como suele tener por costumbre, el mundo ha cambiado. El otro día leí que ha llegado la primer generación (o sea nosotros) que, estadísticamente, tiene palpables probabilidades de no superar el estilo de vida que llevaron nuestros padres. Es más, ni siquiera de mantenerlo. Ouch.

Si a eso sumamos las siguientes diez condiciones imperantes en el mundillo laboral, se entiende por que eso del Sunday blues es un mal común:
1. Lo de hoy es que una persona haga el trabajo de al menos dos. Al menos. Pero con un sueldo de media o acaso una.
2. Eso de 'hacer carrera' en una empresa es un término de museo. Desde que entras a una empresa sabes que, tarde o temprano, te darán una patada-por-el-culo disfrazada de tenemos-que-dejarte-ir. Cuanto más si eres suficientemente idiota para ser parte del género proactivo que, encima, dice lo que opina.
3. La perspectiva de estabilidad laboral que a largo plazo te permite hacerte de un auto, de una casa, tener una familia y pagar la escuela de tus hijos sin privarte de vacaciones y un decoroso estilo de vida roza ya la categoría de fantasías-mi-alegría.
4. Aquello de que un sueldo bastaba para sacar adelante un hogar es leyenda. O se tienen dos trabajos (uno fijo y uno de freelance) o ambas partes trabajan. O todo lo anterior.
5. Los derechos o prestaciones laborales cada vez son más una especie de sueños de opio.
6. El ritmo de trabajo se frenetiza, pero la vida laboral es cada vez más corta. En algunos sectores, tener más de 40 años es sinónimo de ser un vejestorio.
7. A los 30 te puedes sentir tan frustrado con el ámbito laboral como quizá lo hicieron tus padres a los 45-50. O sea, con más de una década de adelanto. Preguntarte cómo estarás de ánimo a los 40 puede resultar terrorífico.
8. La pensión o jubilación es, básicamente, una quimera. Y culturalemente el ahorro no se nos da ni se nos ha inculcado.
9. El corporativismo premia, cada vez más descaradamente, al que menos se esfuerza o al amigo-del-amigo.
10. Vivimos una época en la que la que un ascensco significa mayor carga de trabajo, pero no un mejor sueldo. Siempre hay un pretexto para no dártelo, y no necesariamente se llama crisis.

No es, pues, extraño que la batalla por ganarse el pan se haya hecho un tanto amargosa. Y es que además de las horas-trabajo, hay que lidiar con el desencanto, contra la incredulidad, contra la apatía y contra un hedonismo cada vez más acendrado (¿de qué otro modo vamos a equilibrar el asunto, si no?). Estemos o no conscientes de ello. Pero ahí están. Estoy segura.
La única respuesta que he encontrado funcional es que se trabaja por uno. Para no convertirse en uno de esos cínicos tan recalcitrantes que tienen al mundo como lo tienen. Aunque ello no implica resignarse a tragar la mierda que pretenden. Aunque no sea ni una pizca fácil lograrlo. Pero algo tenemos que hacer por romper el status quo. Y pronto. O no.

3 comentarios:

  1. La respuesta a este dilema es la DESOBEDIENCIA CIVIL. Negarse a todo aquello que signifique explotación es factible. Te dirán, si tu no quieres ya vendrá otro que lo haga.

    ¿pero que pasa cuando nadie esta dispuesto? yo lo tengo claro, no vuelvo a comprar ninguna otra moto, prefiero pedir por las calles a que insulten mi inteligencia.

    ResponderEliminar

Anda, anda, escupe...