Esta noche, millones y millones de fans mal-dormirán cortesía de las ansias infantiles como de víspera navideña por aquello de que a partir de mañana podrán hacerse del catálogo remasterizado de los Beatles. Podrá sonar a imprudencia o a frase de miren-qué-interesante-y-atípica-soy, pero juro que es la meritita verdad que a mí ni el catálogo ni el juego de Rockband me hacen cosquillas. Vamos, ellos en sí. Aunque el furor pre-09.09.09 me ha hecho preguntarme por qué. Por qué los Beatles no forman parte de mi banda sonora.
Sondeando en mis memorias infantiles (onda 5-10 años) recuerdo haber escuchado a mi madre mencionar que le gustaban, pero no la recuerdo poniendo una y otra, y otra vez sus canciones. Como si la recuerdo tatuándome en voz alta a Carole King y su álbum Tapestry ("It's too late" es una de las pocas canciones cuya letra me sé todita). O a doña Aretha Franklin (Chain-chain-chaiiiin... of fools). O a Janis Joplin (con "Piece of my Heart" a todo pulmón). O a Fleetwood Mac (y su "Tell me Lies", "Gipsy", "Don't Stop"...). O a Tina Turner...
Ciertamente tampoco mi padre cooperó en el asunto. Supongo que para un verdadero hippie-come-flores como lo fue él, le eran demasiado bien portados o bien vestidos. Yo qué sé. Lo que él escuchaba y, por ende, yo, era Pink Floyd (juro que con "Learning to Fly" me teletransportaba al borde de un risco). O a Cream y Eric Clapton (yo siempre quería escuchar "Cocaine" o "Layla", en particular el solo de guitarra). O a Joe Cocker y su "With a Little Help from my Friends"). O a Jetro Tull (ay, esos solos de flauta). O a Paul Simon y su "The Sound of Silence". O a Cat Stevens y su "Peace Train" (con razón, además del amorío Kevin-Winnie, Los años maravillosos me engancharon tanto: musicalmente resumían la esencia de mi niñez).
A ello habría que agregar que ante las tribulaciones adolescentes me dio por escuchar pop basura (oh, ¡revelación!) o de plano no escuchar nada de nada. Aunque ya luego fui reconciliándome con los sonidos y entendiendo que para mí la música o me conduce a momentos, emociones o personas con resonancia en mi vida, o nomás no se me pega.
Me basta, por ejemplo, escuchar un par de acordes para revivir mis días de infancia. Puede que por entonces no supiera ni remotamente lo que decían sus letras, pero disfrutaba cómo mis padres las disfrutaban y sonreían al escucharlas una mañana de sábado o una tarde de domingo. Así que, no llevar a los Beatles en el corazón tiene una razón simple: emocionalmente nada ni nadie me ha atado a ellos. Falta ver si de aquí al día que cierre los ojos se me atraviesan.
Voilà! Misterio resuelto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Anda, anda, escupe...