jueves, septiembre 3

El efecto de las mujeres bellas

Hay mujeres guapas, mujeres con onda y mujeres bellas. Y ya sabemos que cada categoría puede alborotar una variopinta gama de pensamientos, emociones y actitudes en nosotras, las otras mujeres, las que no somos la ELLA en cuestión. Mucho depende de la circunstancia pero, ante cualquiera de estas especies, una bien puede sentirse incómoda, amenazada o quedarse estupefacta. Justo como me pasó el otro día (¡Ay, jijín!, diría Don Pestañita).
Resulta que estaba yo bebiendo muy amenamente con el mareado en una fiesta, cuando de pronto el anfitrión nos presentó a una chica que recién llegaba. De sólo verla me cayó bien. Cero maquillaje, vestida muy sencilla y sonriente. Como la noche aún no tenía mucho quórum, ELLA se quedó platicando con nosotros. Intercambiamos las preguntas y respuestas de rigor —dónde trabajas, qué haces/ah, qué bien, qué padre— y la charla fluyó con relativa facilidad. Pasaron algunos minutos antes de que me diera cuenta de lo que en realidad estaba pasando (chan, chan, chan, chaaaaan...)
Debe saberse que, en círculos poco familiares, el mareado es un hombre de escasas palabras. Hasta da la impresión de que pocas personas extrañas le son interesantes. Pues bien. En ese preciso momento, ese-mareado-de-escasas-palabras estaba muy charlador. Y de pronto caí en cuenta de que la conversación se daba más entre ellos dos que entre los tres. Yo sólo asentía y sonreía. Los miraba a uno y otro. Y, de algún modo, a mí, viéndolos. Estaba... fascinada por la escena.
No había pasado por alto que ELLA era muy bella (ya luego vi que no fotografía así de bien, muajajá). De ésas que hasta te obligas a enfocar dos veces porque no puedes creer que se vea tan, pero tan bien sin un gramo de producción. Y entonces fue que entendí el trance* en el que, de algún modo, nos tenía al mareado y a mí. Porque no estábamos hablando de nada trascendente. Tampoco habíamos descubierto que teníamos cosas o amigos en común ni resultamos viejos conocidos. Simplemente, la chica era bellísima y una parte de nosotros quiso agradarle.
No paso mucho tiempo antes de que ELLA dijera que iba a arreglarse un poco (!), antes de que llegara más gente. Así que de un momento a otro, el trance se esfumó. El mareado y yo volvimos a platicar y beber como si nada.
Ya en el taxi rumbo a casa, una parte de mí pensó en hablar en voz alta del episodio. Pero otra la acalló. Cacharme de no estar ofendida sino divertida por la escena me dejó pensando muchas cosas. Aunque estoy segura de que si algo así me ha pasado años antes, decir que habría montado en cólera celosa sería poco, poquísimo. Pero está visto que aquella noche de fiesta decidí dejar el asunto por la paz y me dije que ya tendría tiempo para meditar al respecto.
Hoy, sin ningún motivo, me acordé de aquella noche de fiesta. Y sólo atino a pensar que hay veces en las que las inseguridades femeninas están bien guardaditas en el clóset. Veces que toca reírse de las pequeñas situaciones en las que te pone la vida y admitir que las que son bellas, son bellas y toca admirarlas. Aunque no por ello te arrancan el trono. Si estás con la persona correcta, a lo más te robarán unos momentos de atención. Y ya (lástima que nadie te lo explica cuando eres puberta).

*Tipo Felipito (sí, el de Mafalda) caminando rumbo a la escuela y convirtiendo a las monocotiledóneas en moconotiledóneas...

5 comentarios:

  1. Pasé muchos años atrapado en la celotipia (lo que le sigue a la "cólera celosa"). Un puto infierno.

    Pasé otros años "trabajando" esa aflicción en terapia y actualmente vivo ese tipo de contemplaciones que describes en tu post. Pure bliss.

    En mi caso aplica el reconocimiento de "la cabronés", "la masculinidad" y en ocasiones la belleza de los weyes.

    Una vez que se diluye la autodevaluación inherente a los celos, se puede respirar.

    Te dejo mi blog: http://morgensternen.blogspot.com

    Saludos =)

    ResponderEliminar
  2. Ay no se...!!! ora si me dejaste sin "asegún", pero estas lista para enviar este post a Quino (lastima que ya noste) pa que le ponga monitos ... susanita sería ideal para ilustrar el momento.. aunque ella seguro si monta en cólera.

    ResponderEliminar
  3. Mon, con toda la razón del mundo acomodaste dos palabras en todo el texto: "Cuando estás con la persona correcta".
    Y vaya qué es difícil sobrevivir a la celotípia, pero ya vamos de gane.

    ResponderEliminar
  4. Escupo: ¿qué es eso del "mareado"?

    ResponderEliminar
  5. Me ha gustado mucho la entrada. Grandes reflexiones

    ResponderEliminar

Anda, anda, escupe...