miércoles, enero 13
Sueños Macabros Inc.
Terremotos. Masacres. Muertos. Siempre en imágenes nítidas. Muuuuy nítidas. Por razones para mí desconocidas (si alguien tiene teorías, ¡bienvenidas!), esos son temas recurrentes en mis sueños. De ahí que me abstenga de ver películas de horror. No vaya a ser que le proporcionen ideas de más a mi subconsciente y el terrible erizamiento-entumecimiento que te sacude cuando el sueño te desagrada suba tres rayitas de nivel, me digo.
He tenido cientos de sueños sangrientos (de los que lo mismo soy protagonista que mera testigo), pero hay un par que recuerdo en particular. No sé bien a bien por qué. Quizá porque han sido de los más vívidos.
Está, por ejemplo, aquel en el que corría desesperada en una oscuridad total para salvarme de mi perseguidor, hasta que algo casi hizo que me cayera. Me vi entonces obligada a detener mi carrera y tantear el terreno. De modo que mis pies se encontraron con un bulto voluminoso y blando. De mis bolsillos saqué una lámpara de mano y lo iluminé: era un muerto desconocido, simplemente abandonado a la mitad de la nada. Adjudico este sueño al hecho de que unos días antes, afuera de la morgue de un hospital, había visto los pies descubiertos de un cadáver al que, envuelto en una sábana, dos personas acomodaban en su ataúd.
También está ese otro en el que, hoz en mano, masacraba a no sé cuánta gente en una casa de campo semi abandonada. No recuerdo cómo llegué ahí ni la razón, pero sé que mi reacción obedecía a una absoluta situación de peligro. ¿De dónde vino esta escena? No sé, jamás pude encontrar algo que la detonara.
Todo esto lo recordé por un sueño que tuve hace tres días, en el que después de una trifulca entre el Ejército, la PFP y unos amigos, me veía obligada a mover a mi mareado, quien estaba tirado en el piso, con la cabeza molida. Pero bien consciente y platicador. WTF?
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