Entre un día frío y un día nublado, si tengo que salir, prefiero el primero. Simplemente porque detesto que caigan gotas sobre mis lentes. Pero ambos provocan que quiera quedarme en casa, empijamada y bajo las cobijas, con rica comida al alcance, a ver películas, a leer, a dormitar o nada en particular. O a todas en sucesión. Un grato ejercicio para el ánimo, digo yo. Sobre todo si es en fin de semana y se está acompañado. Sobre todo porque no siempre es fácil
parar y contemplar.
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Anda, anda, escupe...