domingo, julio 25

Un post para Takechi






Taco (o Tako, según el día). Así se llama mi perro, un Jack Russell Terrier que ahora vive en comodato con mis padres. Mejor en el campo, donde sale a pasear al menos tres veces por día a perseguir conejos, zorritos y cuanto animal silvestre ose dejar un rastro en su camino. Ya había hablado (aquí) de él. Es el perro al que más conscientemente he criado, disfrutado y sufrido. Mis muebles mordidos lo acreditan. También un mareado converso. Es decir, un mareado que nunca había tenido perro y ahora se emociona ante la posibilidad de un día llegar a casa, abrir la puerta y ser recibido por su cola, que mueve a la velocidad de una licuadora. Eso, y ver con total naturalidad que duerma en la cama (un entrenador diría que soy un fiasco, ya sé). Pero es que Taco es un maldito encanto. Es de los que van por la calle causando sensación, pero sin dejar que nadie, excepto nosotros, lo toque. Un perro que ve atentamente la tele, que brinca y ladra cuando ve un animal en la pantalla, que lo busca detrás de ésta, como para ver si lo encuentra; que de algún modo entiende la palabra vámonos; que no le tiene miedo a nada: ni a subirse al elevador ni a un grupillo de perros callejeros cinco veces más grandes que él. Un adicto al piojito. Un ser que se ha instalado ampliamente en mi corazón. Por eso me la paso hablando de él.

1 comentario:

  1. Takechi es tan guapo. Ojalá y un día los vuelva a recibir cuando abran la puerta de su casa. :)

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