Todo proceso de cambio involucra momentos de fuchinez. De dolores de cabeza. Así fue mi mañana. Pero en lugar de ponerme necia y desear que se fueran, sólo para fortalecerlos (dicen por ahí que los fantasmas no se van hasta que los escuchas), decidí convivir con ellos. Y aquí andamos, arreglando cajones (qué gran terapia) y ordenando papeles. Mientras mi nube espesa se diluye, les dejo un poemita que me encontré por ahí, escrito por un tipo llamado Rumi (allá por los años 1200), al que descubrí por cortesía de Siri Hustvedt:
Hoy, como cualquier otro día, nos despertamos vacíos y asustados
No abras la puerta del estudio y empieces a leer
Coge un instrumento musical
Deja que la belleza de lo que amamos sea lo que hacemos
Hay cientos de formas de arrodillarse y besar el suelo
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Anda, anda, escupe...