Para mí, escribir es jugar con las palabras. Se trate de escogerlas, darles un orden y un sentido determinado para comunicar una idea simple, describir una situación, relatar un hecho, retratar a una persona, despertar emociones o... conjugarlo todo y sumergirte y sumergir a otros en un mundo entero. Un juego que todos jugamos incluso sin darnos cuenta en muchos y variados niveles de dificultad. Pero un juego más propio es enunciar palabras que por sí solas me divierten, que me gusta cómo suenan o lo que me evocan (aunque en forma estricta no tenga que ver con su significado). Me fascina encontrarlas (más por casualidad que con deliberación), pronunciarlas, saborearlas y archivarlas en ese cajoncito especial que he creado para ellas en mi mente.
Hace unas semanas me encontré con un personaje que en la primera página de su historia (Una pantera en el sótano) hablaba más o menos de lo mismo. Su nombre es Profi. Y me hizo comprender que el autor detrás de él me iba a hacer pasar muchos grandes momentos, no sólo al hacerme reflexionar con lo que escribe, sino por su amor notorio a las palabras y a jugar con ellas. Doy gracias, pues, por la existencia de Amos Oz.
Y acá, el susodicho parrafito:
El mote de Profi se me quedó desde que era pequeño. Es el diminutivo de profesor, por la manía que tengo de jugar con las palabras. (Todavía me encantan las palabras: coleccionarlas, ordenarlas, mezclarlas, darles la vuelta, formarlas. Más o menos como hacen los que aman el dinero con las monedas y los billetes, o los que aman el juego con las cartas).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Anda, anda, escupe...