martes, abril 28

Mexicoon City

En días pasados estaba llena de ideas sobre posts que escribir. Bien aplicada, ya incluso tenía varias en la fase borrador. Pero las barbajanadas laborales que me escupió la semana pasada no me habían dejado aterrizarlas, y ahora que por fin respiro con un poco más de calma, resulta que hay que hacerlo usando bozal y pellizcarse para comprobar que, en efecto, uno vive en la influenzuda ciudad capital (que pobrecita, literalmente hasta tembló del susto). Así que hablar de cualquier otro tema como que se siente soso, no ha lugar. Y, a la vez, hacer referencia a las andanzas malévolas de Mr. H1N1 me da no-sé-bien-qué.
Ha de ser que mi cabecita todavía no comprende del todo este asunto que minuto a minuto dicen que nos está pasando. Tampoco ha de ayudar que no conozco a nadie enfermo, fuera de la hermana-de-la-amiga-de-la-cuñada-de-la-prima-de-mi-vecina. O quizá es que nomás no me repongo del putichok que me causó ir ayer por la noche al súper, hacer fila durante una hora para llegar a la caja y darme cuenta de que la gente llenó sus carritos con cosas que seguramente terminarán en la basura (porque en su vida las consumen) y que la Coca-Cola es ya un artículo de primera-necesidad-pánico-emergencia. Porque ahí, junto a los botellones de agua, las latitas de atún (en agua, eso sí) y las latazas de leche en polvo, estaba ella muy campante. Chale. Y yo que fui porque era mi lunes de súper y en serio no tenía ni una galletita rancia en la alacena. Lo que termina viendo uno, caray.

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