A mí me dijeron que el trabajo constante y arduo, la responsabilidad y la pasión por hacer lo que te gusta eran, básicamente, el cocktail necesario para salir adelante en este asunto de pertenecer a la clase media (medio jodida, medio perdida... a medio camino de todo y de nada). Pero empiezo a creer que me tomaron el pelo, que todo era un cuento más chino que mis tenis Nike. ¿De qué otro modo voy a explicarme que, de lunes a viernes, trabajo en un circo en el que se aplaude al más cínico, al más cuate, al más irresponsable, al menos comprometido, al del show más pobre?
Mmmm... podría pensar que semejante derrotista sentir es cortesía de mi vital afición por el drama, pero si también A., J., L., D., E., M., C.,... y el resto del abecedario que conozco, trabajan en circos parecidos, ¿qué, entonces? A lo mejor es, sencillamente, que nos equivocamos de bando, que nos enseñaron mal. Ha de ser que no nacimos tan echados a perder como está el mundo por estos días. Tan echado a perder que dan unas ganas locas de darle un portazo en la cara y correr al lado contrario. Porque, ufff, parece una estupidez monumental intentar soportar el hedor y no ceder ante éste, agotada, vacía. Ay, de veras, si seré estúpida.
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