Yo no sé qué se traen últimamente los días desastrosos que se me pegan como abejas a la miel, pero al menos he de agradecerles el haberme ayudado a encontrar dos grandes aliados en eso de rellenarme el ánimo:
a) entre semana, un Frapuccino Caramel Grande. Sonrío sólo de sentir la espesura de la crema batida a través del popote. Y me fascina dejar que se asiente la mezcla de ésta con el café, para después sorberla de un suspiro y sentir cómo se para el mundo. Cuando empiedzo a hablar adsí... sé que puedo enfrentar el resto del día sin tomarme todo tan en serio.
b) en fin de semana, un bote de 473 ml. de Chunky Monkey. Salir corriendo de la oficina un viernes por la tarde al súper sólo por él me da ilusión. Aporrearlo a cucharazos por sus trozos de nuez, plátano y chocolate frente a la tele es una elevada terapia en sí.
Cuando llego al último sorbo o cucharazo, sé que todo sigue igual, pero para esa otra persona que ha dejado mi cuerpo. Mis neuronas sonríen y se alocan, abatiendo (un poco) esa densa carga plutoniana que dice mi astróloga que tengo. Mmmmm... ¡yomi!
Jajaja, un Chunkey Monkey abatiendo densidades plutonianas, estás lo máximo!
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