martes, mayo 5

En serio, sí cocino

Hace un rato, mientras sofreía (¡ah, qué gran palabra!) unas verduritas y echaba a cocer un paquete de noodles (yom-yom), me pregunté por qué la gente, a excepción de mi astróloga-de-cabecera y su conocimiento de a qué aspecto de mi carta astral atribuirle esta gracia, se asombra de que Yo cocine, y encima cocine bien. Que hornee panqués de zanahoria y plátano de rechupete de plano les resulta todo un misterio. ¿Quién cocinó?, ¿en serio lo hiciste túuu?, me preguntan la primera vez que prueban bocado hecho por mí y comprueban que no van a envenenarse (cuando mi suegra se enteró que sabía hacer milanesas, hasta suspiró aliviada porque su hijo no iba a morir famélico a mi lado, como ha de haber creído).
Supongo que ha de ser porque entre mis múltiples personalidades está la intachable Sra. Caústica Grynch. O también porque tengo una mala-cara que no puedo con ella (mi frente tiene una arrugota-mal-humor como prueba). O porque no tengo ni pizca de fe en la humanidad. O a lo mejor porque no sonrío ni en defensa propia. O por todas las anteriores. Ah, claro, y porque de tan criticona que soy (y de tanto-tanto que lo disfruto), ya es del dominio público que San Pedro me dará con la puerta en la cara. Supongo que todo eso es lo borra de la mente colectiva el ver a La que suscribe con un mandilito puesto y olla en mano.
Tampoco es que mis dotes de cocinera sean como para suplantar desde ya mismito al chef de _ _ _ _ _ _ (inserte Ud. el nombre de su restaurante favorito), pero de que tengo carta de especialidades, la tengo.

Receta 'pa la posteridad: un paquete de Asian curly noodles, una bolsa de Mezcla Oriental de La Huerta (producto 100% mexicano), tocino y soya. Fría, mezcle y sazone. Se vale embutirse el wok completo. O casi. Sentirse aturdidoramente lleno es sólo pasajero (y signo irrefutable de ser un tragaldabas).

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