miércoles, mayo 13

Oda al tenis (Converse)


Ya sé que, estando en las filas féminas, lo que voy a confesar resulta un pleonasmo, pero ¡qué diablos!: tengo una terribilísima y a la vez placentera debilidad por los zapatos (y las bolsas y... yadayada-yada). Tanto que, desde que dejé de combatir a mi order-freak y los apilo guardados en sus respectivas cajitas marcadas con plumón para encontrar más fácilmente el par adecuado, es necesario recargarme en la puerta para cerrar el condenado clóset cada mañana. Pero fuera de los zapatos de cuña que últimamente me comen los ojos, los que desde siempre le causan estragos a mi cartera son los tenis. Son taaan cómodos. Tan versátiles. Tan adorables. Tan, tan... todo. Aunque he de admitir que desde que soy Sra. Editora he limitado mis adquisiciones en este rubro, por aquello de verme más Editora y menos Escuincla. Pero hace unos días tuve que sucumbir ante unos sublimes Converse edición especial The Who (sí, los bellacos de la foto) y recordé mis fervientes y hasta ahora aún incumplidos deseos de tener el modelo botita en todos los colores y sabores. Ush, ush, ¡qué ganas! No sé dónde carambas los pondría, pero el sólo hecho de imaginar un clóset-zapatero tipo Devil Wears Prada, que en vez de estar repleto de Manolos y Choos, lo estuviera de Converses, Nikes, Adidas, Panams y así... me hace aplaudir y aplaudir como foquita emocionada. Ah, qué lindos mis tenis nuevos. Mañana volveré a ponérmelos, y pasado mañana... y hasta que se les quite el penosillo tufo a nuevos.

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