Cada que voy al súper, una de mis paradas obligadas es la sección de revistas. Además de tapizar con la Revista femenina en la que ahora trabajo el stand, soy feliz echándome a velocidad ultrasónica (no sé por qué siempre tengo prisa, hasta en el súper) las pinchumil páginas que suelen tener las revistas (a.k.a catálogos) de sociales. Son una joya de la humanidad actual. Me cae. Que si Pitukita y Petakita son amigas y están embarazadísimas, y salen muy abrazadas ellas, sobándose y presumiendo sus pancitas. Que si Pedrito Clavó Un Clavito y A Chuchita La Bolsearon tuvieron un bodorrio de ensueño en el que se juraron amor eterrrno. Que si Juniorcito Insoportable armó un reventonzazo en Acaaaa... ¡Ufff! Si uno tuvo un mal día, estas cosas son la Hostia Madre para evadirse.
¿Que qué me puede fascinar tanto? Todo. Ver sus ropajes quesque muy monaguescos (que luego más bien son de pena ajena), sus caras como de cera de tantas estiradas que se han dado, sus sonrisas ensayadísimas, sus poses de diversión in-cre-í-ble, sus abrazos fraternalísimos. Me divierte que, en esas páginas, la gente vive como en un eterno final feliz de telenovela. Y me los imagino perfecto tragándose el cuento una vez que el fotógrafo se ha dado la media vuelta. De ahí que una de las secciones que defiendo con las uñas el viernes a las 10am en la oficina sea la de Club Reforma. Y me choca cuando viene anoréxica. Ésa es la meritita verdad.
jaja qué chingón que hayas definido taaan bien el feeling que provocan estas revistas y sus personajes, en serio, describiste tal cual el sentimiento que también me inunda y que desde hace mucho, mucho tiempo, opacó por completo la culpa de divertirse con algo tan banal
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