Desde hace años, ir al Sanborns a ver revistas me causa una alegre compulsión. Puedo pasarme horas ahí parada, viendo una y otra y otra y otra, yendo de un estante a otro, para al final siempre salir con un montón, cual tesoro, en mi bolsita de plástico. Pero hoy en la mañana que pasé por uno, me dio terrorcito comprobar que cada mes las revistas están más y más flacuchas, algunas casi famélicas. No importa cuán grande o importante o añejo sea el título. Esto de la crisis no les está sentando ni pizca de bien. Hasta me dio la impresión de que había menos que de costumbre (a lo mejor porque era lunes y es hasta el miércoles cuando siempre resurten). Y me preocupa todo esto porque, por primera vez desde que se dice que interné va a acabar con los medios impresos, me entró angustia de quedarme sin ese gozo mensual que son las páginas de mis publicaciones favoritas (del momento). Pensé: ¿y si esto del inestable y descendente flujo de publicidad es el tiro de gracia? Chet.
Amo interné y sus infinitas posibilidades, pero odio leer entrevistas y artículos grandes en la red. Ya no digamos ver las fotos. Simplemente no le agarro el gusto. A mí me encanta pasar con golosidad de una página a otra. Sentir el papel en mis dedos. Apreciar las fotos una y otra vez. Avanzar y regresar sin un orden claro. Separar lo que quiero leer con calma. Lo que sólo quiero ver. Lo he hecho siempre y en todas las revistas que, según la etapa de mi vida, han pasado por mis manos con o sin cierta regularidad... Vanidades, Cosmopolitan, Tú, Eres, Viceversa, Letras Libres, El País Semanal, Entertainment Weekly, Empire, Premiere, Q, Rolling Stone, La Tempestad, Vanity Fair, Details, Esquire, Glamour, Blackbook, Gatopardo, InStyle, Caras, Quién, Nylon... Uff, tantos y tantos títulos que, por una página u otra, me han dado grandes momentos, grandes ideas, grandes sueños.
En fin, sea que el fin de las revistas impresas esté a la vuelta de la esquina o no, hoy me dije que los editores pueden contar con mis moneditas hasta el final. Porque simplemente todavía no concibo no tener alteros de revistas por leer a diestra y siniestra en mi casa y en mi oficina. Ni creo que lo haga.
Esto de la modernidad no está del todo padre...
ResponderEliminarA mi me pasa lo mismo (de alguna manera) con la fotografía. Ese deleite de tener que revelar e imprimir un rollo y tener que esperar hasta ese momento para poder ver cómo salieron las fotos que sacaste se está perdiendo con la foto digital.
Me encanta recoger mis fotos y caminar sólo viéndolas. Pero cada vez son menos los lugares que venden rollos.
Un día no va a quedar de otra más que sacar fotografías digitales instantáneas y leer revistas digitales sin páginas para hojear