viernes, julio 3

Chat de putichock*

Estaba yo ayer por la tarde ñoñeando (¡uy, qué raro!) muy campantemente en la oficina, cuando en mi ya solitario meebo se abrió una ventanita de chat cual Pepe Grillo (calificativo nunca mejor aplicado). Era J. Uno de esos amigos con quienes se sostiene una especie de charla mental eterna. En fin, a lo que iba. Me decía:

J: La que suscribe...
Yo: J!
J: Te cito. De 2003...

No acababa de entender bien a bien de qué iba la cosa, cuando apareció lo siguiente: 

J: [19:50] J:la que suscribe vende su auto says:
qué timming. estaba pensando en ud.
la que suscribe vende su auto says:
tenemos que hacer algo para que a los 30 tengamos una editorial, un estudio.. yo qué se... algo.
la que suscribe vende vende su auto says:
no puede ser que sigan siendo los demás quienes hacen las cosas. no sr.

[19:50] J: cuándo me invitas a comer

Ouch. Mi mente se paralizó y tuve que volver a leer el mensaje. Sólo entonces lo entendí. Por alguna razón que de momento desconozco, J. rebuscó en su memoria-chat y se encontró con una de nuestras tantas conversaciones de hace... seis años. ¡Casi siete!
Si sumamos que tenía la inconsciencia de que los chats son como las palabras que se lleva el viento (a menos que uno sea como J. y los guarde), se entenderá que fue como un balde de fría realidad. Porque, a pesar de que mis zapatos de Sra. Editora son lo que anhelaba desde que me inicié en los menesteres editoriales, no pasa un día sin que el corporativismo me compruebe que a) es despiadado y absurdo a babear b) se ha engullido cualquier viso de derecho laboral y c) sobrevivir a él es una batalla perdida. 
Hace siete años (pa redondear y sonar más dramática) no estaba tan enganchada al sistema (por así decirlo), aunque la idea de hágalo-usted-mismo-y-triunfará ya vivía en mí. Pero en siete años... bueno, no me he dedicado precisamente a perseguir ese modus vivendi. Eso sí, tampoco puede decirse que me haya estado rascando la panza. En cierto modo, la corriente apuntaba a otro lado y decidí remar con ella. 
Como el Nervocalm sólo es un invento de Quino, empecé a twittear y twittear para sacarme de la impresión, hasta que @ranadenisse me escribió: "Por eso Lenon decía que 'Life is what happens to you while you're busy making other plans'". Foc. Foc. Foc. Pues sí, qué razón tenía. 
Ya luego me desneuroticé un poco y pensé que no, que no todo está hundido. Siguiendo otro camino, llegué a uno de los puntos a los que quería llegar, mas no el único o el final. Comprendí (o eso me dije) que esto donde estoy es sólo un capítulo que lleva a otro capítulo de mi vida. Siempre y cuando no pare de escribirlos. Fuff, menos mal.

*Miles de grados por encima de un simple chock. Relataría la anécdota que dio origen a este término, pero por más que intento no lo recuerdo. Sólo estoy segura de que surgió en uno de esos momentos de simpleza entre la chuletita-girl y la que suscribe.

2 comentarios:

  1. Cada ciclo es un capítulo. La extensión de los capítulos varía de acuerdo a la intesidad de las acciones que ahí se desarrollan...
    De cualquier forma, de nada sirve preocuparse por cuál será el mejor camino o el atajo que nos lleve al la culminación de nuestros sueños, o por lo que va a pasar en cinco minutos o en cinco meses. Dentro de dos años sucederá algo que cambiará tu vida. Siempre es así. Y seguimos caminando.

    ResponderEliminar
  2. Laura Gamboaagosto 08, 2009

    jeje, yo tampoco me acuerdo de cuándo surgió ese concepto "miles de grados por encima de un simple chock", pero de que es útil, es utilísimo...

    ResponderEliminar

Anda, anda, escupe...