lunes, octubre 12

¿2010?, ¡¿ya?!


Este mundo editorial en el que vivo sumergida me hace pensar que enero está a la vuelta de la semana cuando apenas estamos empezando octubre. Qué le vamos a hacer. Irremediablemente mi mente navega ya entre el balance de este año casi cadavérico (en días) y el plano de viaje del gordinflas que viene.
Quizá el tema-en-boca-mundial será Sudáfrica, pero cada vez me va quedando más claro que el mío será concretar esa limpieza mental para la que he ido juntando escoba y trapeador a lo largo de los últimos meses. Pero, sobre todo, el de deshacerme de esa actitud negativa mía ante absolutamente todo. Sospecho fundadamente que será algo así como mi año Pare-de-sufrir.
El otro día en la oficina, en pleno jornaleo, grité que en una de ésas me convenía hacerme budista. Por supuesto, nadie me creyó. Ni yo (aunque no del todo). Con lo visceral que siempre soy, resultaría un milagro que yo me iluminase, un tantito siquiera. Pero tengo la esperanza de que algo puedo hacer por mí para no estar neceando tanto con este mundo. Será el budismo, la meditación, la yoga o el sereno... Pero algo he de lograr. Espero, eso sí, no una persona aburridísimamente feliz y pacífica.

Prometo que no me fumé el bajoalfombra de mi oficina.

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