domingo, mayo 23

Una simple taza de café

Conectar la cafetera. Abrir el depósito de agua. Vaciar en él una taza y piquito de agua. Cargar el filtro con tres y media cucharaditas de café. Colocar la taza debajo del filtro. Encender la cafetera. Escuchar el sonido del agua bullendo. Aguardar cuestión de casi un minuto para que gota a gota el ambiente empiece a impregnarse del olor a café. Esperar unos minutos (1' 31", en la mía) para que la taza se llene. Vertir un chorrito de leche. O no, según el humor. Aguardar unos minutos más para no escaldarse la lengua. Saborear sorbo a sorbo. Sin prisas. Sentir cómo el líquido recorre el interior de nuestro cuerpo. Cómo la cafeína alegra la circulación. Ah. Qué maravilla poder llenar el día de simples rutinas como esta. Mejor que esperar impaciente en una atolondrada fila. Garantizado. Es cosa de no pensar más que en lo que se está haciendo. Y ya.



2 comentarios:

  1. no me gusta el café, nunca me ha gustado, y aunque no es comparable, como con el cigarro nunca le agarré el gusto. Sin embargo leo tu post y se me antoja poner todos los días la cafetera sólo para disfrutar de su deliciosos aroma

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  2. ¿Y el té? Digo, no huele tanto, pero para iniciar la rutina diaria tampoco está mal. :P

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Anda, anda, escupe...