martes, agosto 10
Un abrazo casual
El otro día iba yo caminando por la calle cuando en mi camino se atravesaron un papá y su hijo. El papá se movió para dejarme pasar, pero el niño volteó a verme y automáticamente le dije ¡Hola! (al tiempo que me preguntaba quién diablos era esa que hablaba con tanta naturalidad). Me saludó de vuelta. Le pregunté cómo se llamaba. Greco, me respondió. Finalmente le pregunté cuántos años tenía. Elevó su mano y me indicó que 5. Y, sin más, me abrazó. Tan cálidamente que yo también lo abracé. Luego su mamá lo apartó y seguí mi camino. Unos pasos adelante escuché que me decía ¡adiós! y volteé para verlo y ondear mi mano. Seguí andando y lo escuché gritar de nuevo. Volví a voltear y nos sonreímos. Lo hizo una tercera vez y cuando giré, venía corriendo hacia mí (y su papá detrás de él) y me detuve para esperarlo. Abrió sus brazos unos pasos antes de llegar a mí y los cerró al alcanzarme. Sorprendida, también lo abracé. Sonriente, busqué la mirada de su papá, pero me encontré con que él miraba hacia otro lado, con la expresión distraída, como apenada y triste que tienen los papás de los niños con algún grado de Síndrome de Down. Al final, el niño me soltó y ahora sí nos despedimos. Él regresó dando brinquitos de alegría al restaurante donde se cruzó en mi camino de la mano de su papá. Yo seguí mi camino, sin lograr quitarme la sonrisa en toda la tarde. Digo, tampoco es que lo haya intentado. Se sentía bien. Muy.
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*_* Que maravilla el poder de un abrazo sincero!!! pareciera como si fuera la solución para cambiar el mundo...
ResponderEliminar*Un abrazo*
ev