jueves, abril 30

Somos 'bloggers'

Llevo meses metiendo las narices en uno que otro bloc, y ya mismo acepto que se me ha hecho una especie de placercillo culposo. Digo culposo porque, salvo a la Chuletita-girl, no es una afición que tuviera a bien ventilar. Y es de ésas cosas que hago cuando estoy solita y en pijama.
El caso es que aunque algunos me parecen más interesantones que otros, inevitablemente termino visitándolos todos, así sea que tengan el post más incipiente del día. Ha de ser porque tengo una insaciabilísima curiosidad por la gente; que tengo por deporte desmezurla (cero y van dos revelaciones de peso). Y en estos días de influenza, en los que me he dado más tiempo para blogo-husmear, me va cayendo el veinte de que, sin saberlo, he venido siguiendo a un grupito de amigos (entre ellos, no míos). A todos les gusta subir fotos o videos de las cosas curiosas-chuscas que se les cruzan por la vida; son fervientes reproductores de diálogos: imaginarios, reales o fifty-fifty; y se mueven en el círculo alternacool-centro-roma... Eso sí, lo que veo que yo tengo en común con ellos es esta afición snobbista de hacernos los ingeniosos con el idioma, como si en ello radicara la esencia misma del ser blogguero. Lo que es la pose.

miércoles, abril 29

La perra que soy

Ouch. Voy dándome cuenta que perra es una palabra que me gusta pronunciar, pero que me da la impresión de adquirir alcances tremebundos ya escrita. Claro, sobre todo si la aplico a mi persona. Pero qué le vamos a hacer. Desde que me subí en los zapatos de Sra. Editora, siento que voy tachando mi nombre de las listas de Personas Favoritas para grabarlo en la de Perras del Mal. Quién quita y a estas alturas de mi paso por la alfombra editorial ya existe un club cada vez menos undergroud del tipo "Ufff. Nada le parece. Y encima la tipa se cree buena onda". Chet. Pienso que mis anti-fans han de creer que creo que siempre tengo la razón, cuando la verdad es que muchas de las veces me pregunto si en verdad la tendré. Nomás que interpreto mi papel con harta seguridad (tadaaa: secreto revelado).
Pero hay días como este miércoles de alerta nivel 5 en que repaso la cantidad de Nos y Sales, gracias, bye que he soltado por ahí, con esa franqueza tan mía y... siento feo. Y luego no. Siento feo porque soy una wanna-be monedita de oro de clóset. Y luego no porque, diploma en mano, la vida me da demostrado que es im-po-si-ble darle gusto al mundanal. Bien lo dice Mafalda: "Amo a la humanidad, lo que me molesta es la gente". Qué perra. Cuánta razón resguardan sus pelitos de casco.


martes, abril 28

Mexicoon City

En días pasados estaba llena de ideas sobre posts que escribir. Bien aplicada, ya incluso tenía varias en la fase borrador. Pero las barbajanadas laborales que me escupió la semana pasada no me habían dejado aterrizarlas, y ahora que por fin respiro con un poco más de calma, resulta que hay que hacerlo usando bozal y pellizcarse para comprobar que, en efecto, uno vive en la influenzuda ciudad capital (que pobrecita, literalmente hasta tembló del susto). Así que hablar de cualquier otro tema como que se siente soso, no ha lugar. Y, a la vez, hacer referencia a las andanzas malévolas de Mr. H1N1 me da no-sé-bien-qué.
Ha de ser que mi cabecita todavía no comprende del todo este asunto que minuto a minuto dicen que nos está pasando. Tampoco ha de ayudar que no conozco a nadie enfermo, fuera de la hermana-de-la-amiga-de-la-cuñada-de-la-prima-de-mi-vecina. O quizá es que nomás no me repongo del putichok que me causó ir ayer por la noche al súper, hacer fila durante una hora para llegar a la caja y darme cuenta de que la gente llenó sus carritos con cosas que seguramente terminarán en la basura (porque en su vida las consumen) y que la Coca-Cola es ya un artículo de primera-necesidad-pánico-emergencia. Porque ahí, junto a los botellones de agua, las latitas de atún (en agua, eso sí) y las latazas de leche en polvo, estaba ella muy campante. Chale. Y yo que fui porque era mi lunes de súper y en serio no tenía ni una galletita rancia en la alacena. Lo que termina viendo uno, caray.

domingo, abril 19

Cuento de chinos

A mí me dijeron que el trabajo constante y arduo, la responsabilidad y la pasión por hacer lo que te gusta eran, básicamente, el cocktail necesario para salir adelante en este asunto de pertenecer a la clase media (medio jodida, medio perdida... a medio camino de todo y de nada). Pero empiezo a creer que me tomaron el pelo, que todo era un cuento más chino que mis tenis Nike. ¿De qué otro modo voy a explicarme que, de lunes a viernes, trabajo en un circo en el que se aplaude al más cínico, al más cuate, al más irresponsable, al menos comprometido, al del show más pobre? 
Mmmm... podría pensar que semejante derrotista sentir es cortesía de mi vital afición por el drama, pero si también A., J., L., D., E., M., C.,... y el resto del abecedario que conozco, trabajan en circos parecidos, ¿qué, entonces? A lo mejor es, sencillamente, que nos equivocamos de bando, que nos enseñaron mal. Ha de ser que no nacimos tan echados a perder como está el mundo por estos días. Tan echado a perder que dan unas ganas locas de darle un portazo en la cara y correr al lado contrario. Porque, ufff, parece una estupidez monumental intentar soportar el hedor y no ceder ante éste, agotada, vacía. Ay, de veras, si seré estúpida.

sábado, abril 18

Rush de azúcar

Yo no sé qué se traen últimamente los días desastrosos que se me pegan como abejas a la miel, pero al menos he de agradecerles el haberme ayudado a encontrar dos grandes aliados en eso de rellenarme el ánimo:
a) entre semana, un Frapuccino Caramel Grande. Sonrío sólo de sentir la espesura de la crema batida  a través del popote. Y me fascina dejar que se asiente la mezcla de ésta con el café, para después sorberla de un suspiro y sentir cómo se para el mundo. Cuando empiedzo a hablar adsí... sé que puedo enfrentar el resto del día sin tomarme todo tan en serio.
b) en fin de semana, un bote de 473 ml. de Chunky Monkey. Salir corriendo de la oficina un viernes por la tarde al súper sólo por él me da ilusión. Aporrearlo a cucharazos por sus trozos de nuez, plátano y chocolate frente a la tele es una elevada terapia en sí.
Cuando llego al último sorbo o cucharazo, sé que todo sigue igual, pero para esa otra persona que ha dejado mi cuerpo. Mis neuronas sonríen y se alocan, abatiendo (un poco) esa densa carga plutoniana que dice mi astróloga  que tengo. Mmmmm... ¡yomi!

jueves, abril 16

Chop a chop

El calor de efecto invernadero que asfixia mi oficina está a punto de hacerme azotar dormida sobre el teclado. Pero pensar en los periodistos mexicanos, tan serios ellos, cubriendo minuto a minuto la visita de Obama, me desternilla. ¿O realmente tiene algo de noticioso seguir chop a chop su helicóptero por minutos y minutos? Salvo que alguien esperara que se cayera... Digo.

miércoles, abril 15

Nunca seré como...

El Dr. House o Cristina Yang. Y no porque no muerda de ganas por tener una rebanadita (aunque sea) de su respondonería tan políticamente incorrecta y, sin embargo, tan inconmensurablemente admirable. Qué gozo eso de andar por la vida provocando a la gente, restregándole sus verdades sin empacho, dejándolos callados a punta de inteligentísimos e irrebatibles (en apariencia) argumentos, sin mayores consecuencias que un airado "qué grosero, qué bruto y qué grosero" (dicho con el tono de Las Ultrasónicas). 
Lo que me parece una lástima es que, para ser así, el requisito de contrapeso pareciera ser un total retardado emocional que no puede relacionarse si no es consigo mismo. Qué basura aquello del 'no se puede todo'. Me basta entonces con seguir degustando los diálogos estilo House-Yang capítulo a capítulo y rascarle su lado más amable a mi espíritu siempre conciliador. Porque, para qué negarlo, llegué re-tarde a la fila del cinismo y lo mío es más bien el estilo George Constanza: doy con LA respuesta 80 años después. Ay, qué risa.

lunes, abril 13

Ha de ser que es lunes

Hace rato que vengo rumiándolo: las universidades deberían impartir una materia tipo "Manejo de Frustración (o todo lo que NADIE te va a decir sobre un trabajo)", módulos I, II, III. Se me ocurre que a lo mejor así uno (o yo, al menos) sería capaz de tragarse sin agua la bestial cantidad de absurdos que —en crisis o no— implica ser parte de la nata laboral. 
Digo, al menos así uno podría decir que alguien tuvo el detallazo de advertirnos, aunque fuera por 'encimita' sobre las chapucerías que conlleva cambiar las paredes de la escuela por las de una oficina. Quién quita que uno disminuiría sus posibilidades de convertirse en un demente en potencia cuando:
a) Te convocan a un curso de Finanzas para no iniciados y les lleva dos horas decirte que, desde ya, administres tu presupuesto por ob-je-tivos... Sin explicar qué carajos significa eso ni cómo hacerlo.
b) Se espera que hagas el trabajo de, al menos, tres personas con los mismos resultados, rapidez y calidad de un robot, pero con el alma de un ser humano. Ah, y por el mismo sueldo y sin chistar. 
c) Te dicen que trabajas en una empresa seria de comunicación, aunque no tengas acceso a prácticamente ninguna página de internet y sólo un aparato telefónico (por diez personas) para llamar a celular y por larga distancia.
d) Estás a cargo de un proyecto, pero eres la última persona en enterarse (y en el último-último minuto) que se canceló... por razones que todo mundo desconoce.
e) Emprendes toda suerte de estrategias, informes, acciones... y lo que sea que se le ocurra a los encorbatados con juntitis-aguda, sin tener idea de hacia dónde va el barco. Peor aún, para darte cuenta que eres de las veintiúnicas que rema en el bote.
Mmmmm... Una de dos: o situaciones como éstas sólo son dignas de una apoplejía humorística o es que nomás no logro meterme en la cabeza que, en realidad, no soy Editora de una revista, sino protagonista de mi individualísima versión de Alicia en el país de maravillas. (¿Se nota que estoy de lunes?).

jueves, abril 9

No, pero sí

Está de risa loca darme cuenta que todo aquello a lo que le he dicho que No con necia fiereza, invariablemente termina por rockear mi mundo. Por ejemplo: la yoga me parecía pura pose de hippie burgués, pero la he practicado y comprobado sus maravillas. Catalogaba de aburridísimo salir a correr, pero ahora es lo que me saca el estrés de la médula. Dije que nunca iba a tener una boda, pero hasta consideré convertirme en wedding planner cuando organicé la mía. Según yo no estaba en mi ADN convivir pacíficamente con mujeres y ahora hasta las extraño si no como con ellas en la ofi... Me aseguré que nunca escribiría un blog y heme aquí, vaciándome a lo lindo. Ay, ya veo que la vida, mis convicciones (o necedades) y yo nos traemos un gran juego entre manos.

Mi yo más teto

A la inmensa desadaptada social que fui en los días de prepa, E. y J. la hacían suspirar-supiritar al nivel más adolescente posible. Ése que te lleva al éxtasis máximo con sólo 'volarte' una mañana de clases, pero que te deztroza el corazón si no le rozas el hombro al tipo-de-tus-sueños en el pasillo.
Fuera de la 'cercanía' que yo me prodigaba (ja, qué grande es la mente), como pasar frente a su salón o verlo fugazmente a los ojos por merísima casualidad, E. y J. no tenían la más mínima relación conmigo. Y eso que uno de ellos iba en mi salón. Pero mi inmensa tetez tenía por deporte apañárselas para verlos-admirarlos hasta el cansancio sin que se dieran cuenta (o eso creo). 
Más allá de dármelas de protagonista de una chick-flick a su lado, lo que irremediablemente me embobaba era sentir su estilo de vida, su mundo: eran guapos, populares, divertidos, tenían dinero, flotaban en vez de caminar dificultosamente... como yo. 
En mis futureos, ese estilo de vida se prolongaba hasta edades que por entonces yo aún no concebía con claridad. Los imaginaba viajando por el mundo, manejando fabulosos autos, trabajando en grandes oficinas, ocupando importantes puestos, bien vestidos, organizando reuniones y parrilladas en domingo con los amigos de siempre... Algo que, según mi actual megachismoseo facebookero, es —edulcolorante menos, edulcolorante más— lo que ha sido de sus vidas. Eso, y procrear hijitos (dicho en el tono más Susanita imaginable). 
Vistos a través de facebook, E. y J. me siguen pareciendo tan lejanos e inalcanzables como en los días de mi Jefferson Hills 90210. La diferencia es que ya no los admiro o envidio, ni me dan ganas de pertenecer a su mundo. Claro, mi remanencia adolescente fantasea con que ahora son ellos quienes me admiran y envidian. Que entre sí cotillean sobre lo deseable que se tornó mi estilo de vida y la interesantísima persona en la que me convertí. Ja,ja,ja.
Pero eso... eso no pasará. Lo sé. Simplemente porque siempre hemos pertenecido a tribus completamente distintas. Las adecuadas para cada quien. Me tomó algunos años descubrirlo, pero eso ha hecho posible (y Mark Zuckerberg, claro. ¡Gracias!) que hoy, como antaño, verlos volviera a ser un deporte, aunque sea foto a foto. Sólo que, en vez de quemarme el alma, me hace sonreír. Porque yo estoy aquí, y ellos allá: donde siempre hemos debido estar. (Aunque eso no quita que detestara ser una looser en la prepa. ¡Maldita sea mi competitividad!).

martes, abril 7

Eso que llaman Sunday blues

De niña, me parecía atroz que, en domingo, el reloj tuviera el mal gusto de ir más allá de las 4 de la tarde con la prisa de quien busca salvar un vaso de estrellarse. Qué necedad, me decía yo. Conforme el sol empezaba a dárselas de romántico con eso del atardecer, a mí la panza y el corazón se me estrujaban con Ganas.
A mis ya fatalistísimos diez añitos, sabía que lo peor que podía pasarme en la vida era la llegada de otro lunes de escuela y su levantada a las -7 (lo peor-peor era el último domingo de vacaciones, claro). Porque desde que recuerdo, los lunes y yo siempre nos hemos caído soberanamente mal. Ay, pero si a los diez una supiera lo que le espera a los 30, lo que no daría porque aquella atrocidad dominical fuera la de todos, todos, los domingos. Porque ahora, llegadas las 4 del domingo, me siento como parada en una esquina a cielo abierto, agarrada a un postecito, viendo cómo se me avecina un huracán categoría cinco.
De niña, al esfumárseme el domingo, llegaban las entonces nada dichosas horas-pupitre y los kilos de tarea, pero eventualmente me las noñeaba para terminarlos y debatirme entre peluquear a mis Barbies, tallarme las rodillas patinando, colorear o ver tele, o todo a su tiempo. Hoy, tan sólo pensar que se me esfuma el domingo me resquebraja el ánimo porque que, llegado el lunes, TODO es posible. Literalmente. Y es sabido que vislumbrar ese TODO es acojonante.
Desde hace meses, cada domingo después de las 4 busco algo qué hacer para entriparme la angustia y hacerme la que no vio que el reloj sigue teniendo el mismo mal gusto de siempre: he horneado panqués al por mayor (que luego vendo en la ofi), he salido a andar en bici, visto serie tras serie, ido al cine, organizado cenas con amigos y atole... Según yo, todo aquello que me hace sonreír con tal de doblegar eso que en inglés suena tan poco alimañoso: el Sunday Blues. Todo, menos resignarme. Porque ash, aquí entre nos, como que eso no se me da muy bien. La verdad. (Sí, algo ando depre).