Todo proceso de cambio involucra momentos de fuchinez. De dolores de cabeza. Así fue mi mañana. Pero en lugar de ponerme necia y desear que se fueran, sólo para fortalecerlos (dicen por ahí que los fantasmas no se van hasta que los escuchas), decidí convivir con ellos. Y aquí andamos, arreglando cajones (qué gran terapia) y ordenando papeles. Mientras mi nube espesa se diluye, les dejo un poemita que me encontré por ahí, escrito por un tipo llamado Rumi (allá por los años 1200), al que descubrí por cortesía de Siri Hustvedt:
Hoy, como cualquier otro día, nos despertamos vacíos y asustados
No abras la puerta del estudio y empieces a leer
Coge un instrumento musical
Deja que la belleza de lo que amamos sea lo que hacemos
Hay cientos de formas de arrodillarse y besar el suelo
miércoles, julio 28
martes, julio 27
Y...no, no pasa nada
Hay circunstancias que nos hacen pensar que el mundo, el nuestro, se derrumbará. Sobre todo cuando se trata de dejar de hacer algo o hacerlo. De tomar una decisión importante. De destronar un status quo. Producto de un cansancio interno insoportable, inmanejable. Uno se separa. Se cambia de trabajo. Vende su auto. Acepta que ya no se está contento... Que va en contra de sí mismo. Y contrario a todas las películas que uno se pasa en la cabeza, dado el paso, nada pasa realmente. El engranaje del mundo sigue andando, tan perfectamente desperfecto como está. Con uno mismo incluido, pero por otro camino.
Uno entiende que las circunstancias y las personas que nos rodean son etapas. Todo, para ser la mejor versión posible de uno mismo. No para ganarle al mundo. No para demostrar que somos los mejores. No para demostrar que podíamos con todo y con todos. Simplemente para depurarnos. Y entonces, vivir con lo que hay es más posible. Se negocia con uno mismo. No con el mundo. No es que resulte sencillo, pero detrás de ello hay una serenidad que no existe detrás de la resistencia necia a todo lo que nos acontece.
Asumir todo ello ha provocado que en las últimas semanas, si algo he revalorado, si algo he gozado, son las cosas más simples y en apariencia anodinas, las más rutinarias, pero que me han hecho hacer las verdaderas paces conmigo, como:
1. Tener tiempo para pensar.
2. Bañarme por las noches.
3. Realizar labores domésticas.
4. Cocinar y comer.
5. Un abrazo.
6. Los alcances de la paciencia.
6. Los alcances de la paciencia.
7. Sonreír por nada en particular.
8. Mi cuerpo.
9. Llorar.
10. Respirar y escuchar los latidos del corazón.
10. Respirar y escuchar los latidos del corazón.
Escribir para uno mismo
Para mí, escribir siempre ha sido, más que una forma de desahogarme, una forma de vaciarme. Desde que recuerdo voy por la vida haciendo anotaciones por doquier. Algunas con más sentido que otras. Otras muchas completamente carentes de él, excepto para mí. Papelitos y hojas sueltos, libretas, tarjetas, documentos de Word, mails, posts, tuits... Todos me resultan una especie de sinónimo. El chiste es tener dónde vaciar eso que me sube desde la boca del estómago y llega hasta mis manos. Podría decir que, para mí, el papel y la pluma son como un pensadero como el de Harry Potter. Bueno, como el de Dumbledore, en realidad. Si paso largas temporadas sin tocar un teclado o una pluma me entran unas cosquillas extrañas en el cuerpo. Siento que me asfixio de tanto que acumulo. Una urgencia que sólo se calma al ver letras. De ahí que para mí, llevar un diario sea un hecho natural, obligado. Ha habido épocas en las que registro todo detallada y rutinariamente. A diario. Otras en las que sólo hago anotaciones de vez en vez. Cuando entro en crisis o en éxtasis, sobre todo. Lo que es cierto es que cada vez son menos y menos legibles, porque cada vez uno más y más una letra con otra, como si las palabras enlazadas me dieran mayor tranquilidad. Cuento esto a colación ¿de qué? Ah, sí, de que el fin de semana encontré un pequeño especial sobre Diarios de escritores en El País Semanal. No es que fuera muy extenso ni grandioso, pero el tema por sí solo es interesante. Quizás en el momento no lo dimensionemos, pero pasado el tiempo, lo que escribimos adquiere tintes de vestigios dejados por otro. Ese otro que alguna vez fuimos y que jamás volveremos a ser. Porque como lo dijo Virginia Woolf: "El diario es tan privado y tan instintivo que incluso permite que otro yo se desgaje del yo que escribe, que se separe y observe al primero cuando escribe. El yo que escribe es un yo extraño; a veces nada le induce a escribir".
Entre otros de los quotes incluidos en los artículos de dicho especial, reproduzco un par de entradas escritas por León Tolstói en su respectivo diario, que me parecieron fascinantes:
[18 de abril] Me he asignado demasiadas normas y he querido seguirlas todas a la vez. No tengo fuerzas suficientes.
¡Ay! Qué difícil es para un hombre mejorar cuando sólo tiene malas influencias… ¿Llegará algún día en que ya no dependa de las circunstancias? A mi entender, la perfección consiste en eso.
*La imagen es el fotoarte publicado en la portada de El Ángel, de Reforma, el domingo pasado. Tiene y no que ver con el asunto de los diarios. Pero es que me encantó. Es el tipo de trabajos gráficos que me gustaría ver con más frecuencia en nuestros medios impresos.
Entre otros de los quotes incluidos en los artículos de dicho especial, reproduzco un par de entradas escritas por León Tolstói en su respectivo diario, que me parecieron fascinantes:
[18 de abril] Me he asignado demasiadas normas y he querido seguirlas todas a la vez. No tengo fuerzas suficientes.
(...)
¡Ay! Qué difícil es para un hombre mejorar cuando sólo tiene malas influencias… ¿Llegará algún día en que ya no dependa de las circunstancias? A mi entender, la perfección consiste en eso.
[3 de julio] Mi principal error… es que he confundido el perfeccionamiento con la perfección. Hay que empezar por conocerse bien a uno mismo, conocer sus defectos e intentar corregirlos, en lugar de proponerse como meta la perfección, que no sólo es imposible de alcanzar en un punto tan bajo como en el que estoy, sino que… te priva de toda esperanza de poder alcanzarla.
(...)
Estoy firmemente decidido a dedicar mi vida al prójimo. Me lo digo por última vez: si en tres días no hago nada para los demás, me mato.
(...)
(...)
Estoy firmemente decidido a dedicar mi vida al prójimo. Me lo digo por última vez: si en tres días no hago nada para los demás, me mato.
(...)
Si no hago nada mañana, me suicido.
*La imagen es el fotoarte publicado en la portada de El Ángel, de Reforma, el domingo pasado. Tiene y no que ver con el asunto de los diarios. Pero es que me encantó. Es el tipo de trabajos gráficos que me gustaría ver con más frecuencia en nuestros medios impresos.
lunes, julio 26
Epifanías que todo lo cambian
El otro día, sentada, atenta a mi respiración, tuve una epifanía: descubrí que todo y todos somos parte de un gran, enorme, infinito y luminosísimo corazón, aunque no lo notemos. Del que nos sentimos aislados sólo porque queremos. La verdad es que todavía no me recupero de la impresión. De ahí mi ausencia, de ahí mi repetición constante de la palabra corazón. De ahí que parezca que se me escapan las palabras adecuadas...
*No encontré un corazón como el de mi epifanía, pero encontré esta escultura gigante de Pepón Osorio y me gustó. Y es que, habiéndolo reflexionado largamente, acepto que aquel con el que me encontré es indescriptible.
Decidido: iré al Museo Ghibli
Poco a poco Hayao Miyazaki ha ido sembrando fantasía en mi corazón. Como buena parte del mundo, lo descubrí con Spirited Away, y absolutamente seducida por todas las emociones que ésta despertó en mí, fui comprando compulsivamente (con ayuda del mareado, claro) cuanta película de su estudio Ghibli encontraba disponible. Donde fuera y al precio que fuera (ahora en México hay una colección suya a muy buen precio, por cierto). Aún no las tengo todas, pero estoy cerca, muy cerca, y puedo decir que son como un pequeño gran tesoro. Y siempre me pasa que me gustan más cuando vuelvo a verlas, como si las veces anteriores no les hubiera puesto suficiente atención. Además de que lloro y sonrío de veras. Para mi sorpresa, ayer, después del éxtasis de ver Nausicaä, en uno de los extras del DVD descubrí que hay un Museo Ghibli, a las afueras de Tokio. Sí, ¡un museo! No miento: grité como niña entregada a un rush de azúcar. Porque existiera y porque ahí estaré. Me lo he prometido.
domingo, julio 25
De lluvia (o espesos nublados) en domingo
Entre un día frío y un día nublado, si tengo que salir, prefiero el primero. Simplemente porque detesto que caigan gotas sobre mis lentes. Pero ambos provocan que quiera quedarme en casa, empijamada y bajo las cobijas, con rica comida al alcance, a ver películas, a leer, a dormitar o nada en particular. O a todas en sucesión. Un grato ejercicio para el ánimo, digo yo. Sobre todo si es en fin de semana y se está acompañado. Sobre todo porque no siempre es fácil parar y contemplar.
Un post para Takechi
Taco (o Tako, según el día). Así se llama mi perro, un Jack Russell Terrier que ahora vive en comodato con mis padres. Mejor en el campo, donde sale a pasear al menos tres veces por día a perseguir conejos, zorritos y cuanto animal silvestre ose dejar un rastro en su camino. Ya había hablado (aquí) de él. Es el perro al que más conscientemente he criado, disfrutado y sufrido. Mis muebles mordidos lo acreditan. También un mareado converso. Es decir, un mareado que nunca había tenido perro y ahora se emociona ante la posibilidad de un día llegar a casa, abrir la puerta y ser recibido por su cola, que mueve a la velocidad de una licuadora. Eso, y ver con total naturalidad que duerma en la cama (un entrenador diría que soy un fiasco, ya sé). Pero es que Taco es un maldito encanto. Es de los que van por la calle causando sensación, pero sin dejar que nadie, excepto nosotros, lo toque. Un perro que ve atentamente la tele, que brinca y ladra cuando ve un animal en la pantalla, que lo busca detrás de ésta, como para ver si lo encuentra; que de algún modo entiende la palabra vámonos; que no le tiene miedo a nada: ni a subirse al elevador ni a un grupillo de perros callejeros cinco veces más grandes que él. Un adicto al piojito. Un ser que se ha instalado ampliamente en mi corazón. Por eso me la paso hablando de él.
martes, julio 6
Portadas así...
Cuando me encuentro con selecciones como esta: de las 50 mejores portadas de libros (publicados en EU), me entra un poco de desazón. México está muy lejos no sólo de tener una organización profesional dedicada a evaluar el diseño, sino al hecho de hacer de las tiendas de libros una verdadera dulcería a través de sus portadas. ¿Por qué? No lo sé. Supongo que el argumento será que las casas editoriales (en su mayoría españolas) apenas venden los ejemplares suficientes para sacar todos los costos involucrados, que el papel sube, que los lectores bajan... Que el libro está en crisis. Lo de siempre, vamos.
Bien. Pensemos que la industria editorial en español no da como para pagar por el diseño individual de las portadas de novedades, pero alguien debe de diseñar la imagen de cada sello o colección, ¿no?¿Qué impedimento insorteable existe ahí para dotarlas de una dosis extra de estética? ¿Qué necedad de tapizar las librerías con ejemplares cuyo diseño peca de conservador, que se diferencia sólo por la foto de dos por dos o la seudoilustración-de-vanguardia que quesque-captura la esencia del título? Yo no entiendo. Colecciones enteras muertas a tiros por rígidas líneas y colores. Haciendo total caso omiso a aquello de que el amor entra por los ojos. Qué miopes, francamente. Porque hacen falta, y mucho, más ediciones bellas como las de El Acantilado. De todos modos los libros ya cuestan una fortuna.
lunes, julio 5
Una comida para recordar
Hace unas noches cerré un libro decidida a probar en cuanto me fuera posible un platillo japonés que la protagonista halagaba (katsudon) y que yo nunca había probado. Pude hacerlo al día siguiente (es el tercero de arriba para abajo). Y resultó una explosión de sabor. Y una bomba, porque es muchísimo. Completado el primer bocado se inscribió en mi lista de repetibles una y otra y otra vez. La vastísima comida, además, vino muy a cuento para celebrar un proyecto personal largamente acariciado. Y para mí, en ciertos momentos, ¡provecho! es sinónimo de ¡salud!
*En orden de aparición: Okizuke (calamar marinado en salsa de soya). Misoshiru (sopa de soya con tofu y wakame). Katsudon (filete de cerdo empanizado con huevo y cebolla). Camelado. Me faltó fotografiar un tazón con ensalada, pero tenía tanta hambre que sólo pude pensar en ello una vez que la había terminado.
viernes, julio 2
Ahora les regalo... pan de plátano
Otra promesa cumplida: la receta para hornear pan de plátano. Para que el domingo por la tarde tengan todo en casa y disfruten una rica merienda.
1/2 taza de azúcar granulada (o mascabado)
2 cuucharadas de azúcar morena
5 cucharadas de margarina
1 huevo entero
2 claras de huevo
1 1/3 tazas de plátanos maduros y machacados
2 1/2 tazas de harina de trigo
1 cucharadita de bicarbonato de sodio
1/2 cucharadita de sal
1/3 taza de nueces
¿Qué hacer?
En un recipiente, acremar ambos azúcares y la margarina con una batidora (o con una palita). Agregar el huevo entero y los plátanos machacados. Cernir en otro recipiente el harina, la sal y el bicarbonato de sodio; añadir la mezcla de plátanos y las nueces. Si la mezcla está muy seca, agregar de uno en uno los huevos enteros según lo sientan necesario (por lo regular basta con uno). Vertir en un molde previamente engrasado y enharinado. Hornear durante una hora a 190 grados centígrados o hasta que al insertar un palillo salga limpio.
Mis tips
Usen arándanos en vez de nueces. O ninguno de los dos.
Prefieran moldes para panqué individuales que moldes de 'una sola pieza'. Los primeros permiten que el pan se mantenga suave más tiempo.
*Y hasta ahora me doy cuenta de lo fuera de foco que está mi foto. Ustedes disculpen.
El estilo Rosemary
Ya en este post había dado cuenta de mi relación con los vestidos y las faldas, y el tipo de vestuario que me gusta ver en las películas. Bien, pues tengo una nueva figura de ficción que sumar a la lista: la Rosemary de Mia Farrow en Rosemary's Baby. Además de por algunos vestidos y faldas, suspiré por un exquisito abrigo ligero de cuello Mao con botones ribeteados en dorado (apenas se asoma en la foto de aquí arribita). Es una lástima que en internet no haya suficiente variedad de stills disponibles, porque sobre todo en la primera mitad de la película, el personaje derrocha estilo.
*Por cierto, según yo, hay escenas en las que cómo se parece Gwyneth Paltrow a Mia Farrow.
jueves, julio 1
Enfermeras a cuadro
Hablando de qué es arte y qué no, por ahí me encontré con esta cita del pintor y fotógrafo Richard Prince: "El problema con el arte es que no es como un juego de golf, en el que o metes la pelota al hoyo o no. No hay árbitro. No hay juez. No hay reglas. Es uno de los problemas, pero también una de las grandes cosas del arte: se convierte en una cuestión de qué es lo que perdura". Y les dejo algunas integrantes de la serie Nurse Paintings, en total 42 cuadros inspirados en portadas de novelas de romance barato.
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